Todos los acontecimientos que han ocurrido recientemente, como la guerra en Ucrania o la misma pandemia, han hecho que pongamos toda nuestra atención en nosotros. Parece que han perdido importancia todas las consecuencias medioambientales que estos eventos están provocando. Cada desgracia que nos ocurre a los seres humanos la naturaleza siempre acaba dañada de rebote.
Por eso, entre tanta desgracia siempre son bienvenidas las buenas noticias: por ejemplo, que un convenio internacional acaba de aumentar la esperanza de eliminar la contaminación de los plásticos. Los representantes de 175 países tomaron a principios de mes una decisión histórica: desarrollar el tratado de reducción de plásticos para el año 2024. Es todo un logro. Los tratados de clima y biodiversidad existen desde hace tiempo, pero uno sobre bosques, por ejemplo, se ha discutido durante mucho tiempo y no se ha tomado ninguna decisión.
Hemos oído y visto muchas cosas sobre el problema de los plásticos. Como el continente de plástico que se está creando en el pacífico, o que hay partículas de plástico en el pescado que comemos. Fragmentos y partículas acaban en la naturaleza y permanecen durante años sin degradarse. Me dejó alucinado un estudio mediante el que habían encontrado microplásticos en todo tipo de lugares: en el aire de los Pirineos, en el Ártico, en el desierto del Sahara... Cada vez se sabe más sobre dónde y cómo está el plástico, pero la investigación sobre sus efectos en la salud sigue siendo escasa.