Me encanta la música. Pienso que es una herramienta que sirve para evadirte del mundo, para consolarte cuando estás triste o para hacerte cantar a todo pulmón cuando tienes un buen día. La música vive conmigo, es más, ahora mismo mientras escribo esta entrada tengo el altavoz emitiendo la melodía de una canción nueva. Sin embargo, la música que a mí me gusta escuchar digamos que no es música demasiado comercial y mucho menos escuchada frecuentemente en mi círculo cercano de amigos.
Con todo esto no quiero lamentarme y pensar que soy una desgraciada que no puede escuchar su música cuando está con gente, porque no es así. No me importa escuchar la música de los demás porque me gusta verles felices disfrutando de un buen ritmo o una buena letra mientras se olvidan que están rodeados de más gente. Me gusta ver la cara de alegría que se les pone cuando suena su canción favorita a todo volumen por los altavoces. En definitiva, me encanta ver que el mismo sentimiento que tengo yo con las canciones que a mí me gustan, lo tienen otras personas con sus canciones.
Por último, y aunque no tenga mucho que ver con lo que he dicho hasta ahora, me gustaría agradecerle a mi madre que me haya educado de la mano de una buena cultura musical. Estoy orgullosa de mis gustos musicales y pienso que, al ser particulares a estas edades, los hacen un poco más especiales. Además, cuando en algún momento concreto mis amigos me dejan poner una de mis canciones, no os podéis hacer una idea de lo mucho que la disfruto.
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