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jueves, 23 de diciembre de 2021

Trenes

 ¿A qué os recuerda el traqueteo del tren? A mí me traslada a la infancia. En aquella época, me encantaba todo lo relacionado con los trenes, es más, hasta quería ser maquinista de tren. No sabéis la cantidad de horas que me he podido pasar yo jugando a los típicos trenes de madera. 

Más tarde, mi familia y yo fuimos de excursión al museo del ferrocarril de Azpeitia. En ese museo se expone la historia del ferrocarril de Euskadi, multitud de objetos, imágenes, vestimentas, etc. no dejaba de asombrarme con todo lo que había allí. Una vez acabada la visita, no sabía que me espera un tren antiguo en el que me podía montar. 

Así fue, aquella experiencia fue como volver a épocas pasadas. Todo el tren era como los antiguos, los asientos eran de madera y la locomotora era de vapor. Tras subir todo el grupo al tren, la revisora, vestida de la época, pasó picando los billetes como se hacía antaño. Era un pequeño gesto pero que te ayudaba a adentrarte mejor en la historia. Lo mejor de todo fue cuando el inconfundible sonido de la locomotora empezó a sonar y después de ese momento, todo fue disfrutar.   

Hemos hecho más excursiones en tren: Una excursión en un tren turístico que sale de Santander. Un tren totalmente de época, construido en madera, con sus cortinas, sus salones... un viaje a Barcelona en el Alvia, el tranvía de Soller, en Mallorca o la visita al circuito de tren a escala en Gimileo (La Rioja).

Además, he visitado multitud de exposiciones de maquetas de trenes. Aunque si tuviera que quedarme con una sería una que tuvo lugar en Portugalete. La exposición en sí ocupaba un gran hangar donde había multitud de trenes circulando por aquella maqueta. Tras ver aquella exposición, heredé la maqueta de mi aitite con la que me pasé horas jugando. Sin embargo, la falta de tiempo me hizo dejar aquel hobby a un lado.   

Sin lugar a dudas los trenes han formado parte de mi vida desde que tengo uso de razón. Sobre todo me fascinan los trenes del pasado, aquellos que echaban humo por sus chimeneas. Si en algún momento de mi vida tuviera más tiempo, me gustaría dedicarme a hacer una gran maqueta de trenes y seguir transmitiendo la fascinación que tengo con los trenes a las futuras generaciones. 

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Héroes nacionales

 Sin darnos cuenta, una nueva república ha comenzado a brillar este mes en el mundo. Mientras otros todavía estamos planeando las fiestas de Navidad, Barbados ha decidido cambiar de sistema político. 

Para colocarnos: Barbados es un islote de las Antillas, similar al Goierri en tamaño, pero con mejor tiempo. Cuenta con 50.000 habitantes menos que Bilbao; en su mayoría, descendientes de esclavos llevados de África por los colonos. A él le debemos, entre otros, el ron y el pomelo, esa fruta que solo se compra si la confundes con una naranja. 

España fue la primera en ocupar Barbados; sin embargo, permanecieron allí más tiempo los ingleses, hasta que Barbados proclamó su independencia en 1966. Pero como los países ricos nunca pierden, la isla continuó dentro de la Commonwealth, con el cricket como deporte nacional y la reina de Inglaterra como jefa de Estado. Dio igual que Barbados está a 6.700 kilómetros de Londres y que casi cualquier otro lugar del mundo le queda más cerca.

En octubre de este año, sin embargo, el Parlamento de Barbados nombró presidenta a Sandra Mason, quien esta semana ha sustituido formalmente a Isabel II como jefa de Estado, convirtiendo oficialmente a Barbados en república. Y no solo eso: la cantante Rihanna ha sido nombrada heroína nacional.

No se me ocurre mejor celebración de independencia. Quizá sea porque Barbados tiene un ejército muy pequeño o porque su historia militar está compuesta principalmente por pérdidas, pero me parece muy curioso que el héroe nacional sea una joven cantante y no un militar a caballo. Quizá nosotros también podríamos empezar a pensar en héroes nacionales del estilo, como Messi, Rafa Nadal, Shakira o Aduriz.




martes, 21 de diciembre de 2021

El dilema: ¿pizza o pasta?

El otro día, fui a un restaurante italiano a cenar y al mirar el menú, escaneando el código QR por el tema del Covid, para decidir qué cenar, no sabía si elegir pizza o pasta. Esta es una de las dudas que me surgen habitualmente en este tipo de restaurantes, al igual que a muchas otras personas. Por esta razón se me ocurrió escribir esta entrada sobre dicho dilema en el blog.


La cocina italiana, en concreto las pizzas, son internacionalmente conocidas y sobre todo internacionalmente apreciadas ya que vayas donde vayas, siempre hay una pizzería: en China, Estados Unidos, Argentina, Francia… ¡hasta incluso en Italia! 

En primer lugar, uno de los motivos por los que me surgen tantas dudas a la hora de elegir entre pizza o pasta, es que se ofertan muchísimas variedades. 

En cuanto a la pasta, tienes que elegir si la quieres rellena o no. Una vez hecha esta selección, decides de qué quieres el relleno (tortellinis de carne, raviolis de espinacas, etc) o de qué forma quieres la pasta (espaguetis, lazos, espirales, etc). Por último, tienes que seleccionar la salsa con la que quieres acompañar tu plato (carbonara, boloñesa, funghi, etc), estando cada una de ellas formada por un montón de ingredientes. Acerca de los diferentes tipos, ¿sabéis cuántos tipos de pastas hay? Desde 12, hasta 200 en el caso de Italia. Y, ¿sabéis cuántos tipos de salsas hay? Desde 12 en adelante. Por lo tanto, podéis elegir entre más de 144 tipos de platos de pasta.

Lo mismo sucede con la pizza. Resulta que existen 4 tipos de masas (la fina, la gruesa, la clásica y la del borde con queso). A estas hay que añadir entre 3 y 6 tipos de ingredientes (jamón, queso, champiñones, cebolla, etc), por lo tanto ya son mínimo 144 combinaciones para elegir. 

¿Os habíais parado alguna vez a calcular todas estas variedades? Por lo tanto, es razonable que nos surjan tantas dudas.


Finalmente, he llegado a la conclusión de que cuando vaya a un restaurante italiano, prepararé por el camino lo que vaya a pedir. Merece la pena este ejercicio mental, solo por lo rico que está.



Comilonas de navidad

 Ahora que llegan las fiestas de Navidad veo las estanterías de los supermercados  llenas de todo tipo de dulces y comidas sabrosas, me pregunto porque el ser humano es capaz de comer sin tener hambre.

Desde luego a mi me pasa que  ya  he comido y de repente, veo una tableta de chocolate o algo saladito y vuelvo a comer.

¿Por qué ocurre esto? Yo cuando veo un documental   sobre animales , me doy cuenta de que todos los animales comen solo cuando tienen hambre por ejemplo el león solo caza cuando tiene hambre, el cocodrilo  caza cuando tiene hambre y encima es capaz de saciarse y el resto de su presa la guarda en su madriguera para poder comerla en otro momento,pero el ser humano no es así .

Resulta que el ser humano es  capaz de comer hasta reventar. Seguramente recordamos alguna vez que hemos comido más de lo que necesitábamos, sabiendo además, que este comportamiento puede traer problemas a largo plazo para nuestra salud , por ejemplo el aumento de  almacenamiento de grasa, deterioro del control endocrino y por consiguiente un aumento de peso.

La verdad es que existen distintos factores que nos incitan a comer pero en estas fiestas como existe una gran variedad de comida para elegir, eso nos incitará a probar  todo lo que vemos. Nos va a ser muy difícil poderlos  controlar. 

Por lo tanto tendremos que estar preparados y si nos pasamos comiendo, nos tocará hacer un poco de footing para bajar esos kilitos de más.


lunes, 20 de diciembre de 2021

El cambio, vol. II

 …No sé si os acordáis, lo dejé en el descubrimiento de tres sudorosas chicas que venían muy emocionadas de sus primeros entrenamientos de baloncesto… 

Bien, pues resulta que una de esas tres chicas iba a ser la que me convirtiera el reto de hacer amigos en un paseo. Ale me presentó una a una a las chicas que me faltaba por conocer del grupo, y se encargó de que me sintiera a gusto los primeros días. Ahora miro atrás y soy consciente de la suerte que tuve, ya que la mayoría de niños y niñas que se cambian de colegio no cuentan con la ayuda que yo tuve. Obviamente, esto no quita que hacer nuevos amigos me resultara pan comido. A día de hoy recuerdo la sensación de angustia cuando sonaba el timbre y teníamos que bajar al patio. Los primeros días no me gustaba nada ese momento del día. Significaba tener que estar en un círculo de 7 chicas que se contaban frenéticamente experiencias de su verano, y que del propio énfasis de la conversación, sin darse cuenta, cerraban el círculo a quienes no participaban en la conversación, que en este caso era yo, bien asustada. 
La verdad que no me acuerdo mucho del resto del curso, pero me resulta muy graciosa la cantidad de detalles absurdamente precisos que guarda mi cerebro sobre los primeros días. 


Uno de mis mayores miedos era perder relación. No quería por nada del mundo distanciarme de las personas con las que había crecido.
Y aunque es cierto que muchas de las otras amistades también cercanas que tenía se han ido distanciando por completo, puedo decir muy orgullosa sobre los chicos que mencioné al principio de la historia, que sigo teniendo relación con ellos. Sé que suena a tópico, pero esta amistad es de esas amistades de las que se dice “puedes estar muchísimo sin hablar, que cuando te vuelves a juntar es como si no hubiera pasado nada de tiempo.” Tras los 3 primeros minutos de “¿Qué tal por allá?” a lo que siempre acompaña la misma respuesta “Bien…vosotros?” Enseguida me actualizan sobre todas las novedades y charlamos de cualquier cosa durante horas.
Me parece precioso también ver crecer a sus hermanos. Año tras año, reunión tras reunión, los que antes eran los hermanos txikis, han crecido, y ahora casi podemos hasta entablar una conversación sin que ninguno de los hermanos acabe llorando.


Ahora, que han pasado 6 años desde ese terrorífico primero de la ESO, veo el cambio de colegio como una experiencia de la que he aprendido un montón. Lo grande que se ve todo desde cerca, y lo pequeño que acaba resultado, que no todos tenemos “nuestro sitio” y que no tenemos por qué estar siempre con las mismas personas o que no todas las relaciones tienen por qué durar para siempre son algunas de los aprendizajes que esta experiencia me ha proporcionado.


Mi intento de ranking de tortillas

Hace unos meses me puse a hacer un ranking de tortillas de patata. Empecé a probar tortillas y a apuntar las que más me gustaban. Sin embargo, no conseguí pasar de la tercera tortilla, porque encontré una que no salía de mi cabeza.

Como cuando te enamoras, o sea, os prometo que he intentado probar otras pero ninguna ha superado a la de la revoltosa. Cruda y con su cebolla tostada, toda una fantasía. He de reconocer que hay muchas tortillas en Bilbao que también están muy buenas, como la del Mr. Marvelous, y que merecen su reconocimiento. Pero de verdad que no sé por qué me he quedado tanto con esta tortilla, creo que fue porque la probé un día de verano que estaba de buen humor o algo y por eso me he quedado con tan buena idea de ella.

Se me olvidaba mencionar también que he intentado hacer un ranking de tortillas de Madrid. Todavía no voy a decir que es un intento fallido (al igual que el de Bilbao), porque no he probado las suficientes tortillas. Lo que sí que diré es que hay una que tiene todas las papeletas de encontrarse entre los tres primeros puestos y es la de casa Dani. El día que yo la probé estaba un poco sosa, pero con una pizca más de sal alucinas. Por cierto, el sitio estaba en un mercado de Madrid que estaba como escondido y era genial, o sea, allí solo había gente que sabía a lo que iba.

En conclusión, es algo necesario que probéis estas dos tortillas, porque si no lo hacéis os vais a arrepentir y mucho. Además, prometo que voy a intentar abrir mi mente y tener anotadas las mejores tortillas de Bilbao para poder compartirlas con vosotros como tarde para marzo o abril.

9-10-54. CASA DANI Bar – restaurante – comida preparada – Mercado de la Paz

domingo, 19 de diciembre de 2021

Vecinos


Vecinos

Era el primer día de sol en Bilbao tras dos semanas de lluvia constante. Volvía a casa para comer y vi un cartel firmado por el presidente de la comunidad en el espejo del ascensor, en él se explicaba que a lo largo de los últimos días varios vecinos del segundo y tercer piso se habían percatado de ruidos que parecían carecer de sentido y que venían de las escaleras, el texto concluye explicando que lo más probable era que alguien se hubiera colado en el edificio y que nos aseguremos de cerrar la puerta del portal.


“Podría ser un gato, una anciana desubicada o una paloma curioseando” eso quise pensar yo. Al día siguiente la hoja fue retirada,  supuse que revisaron el edificio y dieron con lo que fuera que atormentaba a los vecinos. Resulta que sí, un vecino (cuyo nombre no se ha dado a conocer) invitó a un vagabundo a pasar un par de días en las escaleras, lo encontraron tumbado en el suelo del sótano, no tenía comida y estaba pasando frío. 


Cuando escuche esta noticia no pude evitar pensar en que el vecino le vió por la calle y sabiendo que había estado lloviendo como nunca sintió compasión por él. Pero ¿por qué no dejarle entrar en su casa o darle comida? Ya que vas a ayudarle ayúdale bien y no le dejes durmiendo sin abrigo en un sótano en diciembre, más que nada porque hay varios vecinos que superan los noventa y ver a un vagabundo durmiendo en las escaleras cuando abres la puerta del ascensor les puede dar un susto de infarto, literalmente.


Piragüismo (2 de 2)

 Como mencioné en la anterior entrada, yo me he especializado en la modalidad de maratón. Esta modalidad consta de pruebas que van desde los 5 a los 30km y abarcan un gran número de pruebas muy diferentes unas de otras. Desde que empecé mi andadura en este deporte, he tenido la suerte de haber asistido a muchas pruebas de las cuales destacaría 3.  

La primera regata es de ámbito regional. Cada año, a principios de noviembre, nos vamos a Somo, un pequeño pueblo cercano a Santander. Allí se organiza una regata muy peculiar que consta de 3km corriendo y después otros 6 remando. Yo tengo un amor-odio a este regata ya que al celebrarse en noviembre, el mar está muy movido, lo que provoca que durante un buen tramo del recorrido, tengas que ir surfeando las olas o incluso haciendo malabares para que no te tiren. Eso si tienes suerte y no pasa el barquito Somo-Santander cuando estas remando por esa zona. 

Para la siguiente regata hay que desplazarse a Asturias. Aquí, el primer sábado de agosto de cada año, se celebra el Descenso Internacional del Sella. Para mí, la regata más mágica de todas. Hay que estar una hora antes de la salida, allí te juntas entre los mil piragüistas que van a tomar la salida contigo. Pero lo más especial de la regata es, sin lugar a dudas, la salida. 6 minutos antes del ya, se recita el pregón, después del pregón llega el himno de Asturias* y después de que todo el público lo cante a coro, un cañonazo marca la salida llenando todo el río de piraguas.    

La siguiente regata es, sin lugar a dudas, la regata más dura a la que he asistido. El campeonato de España de Maratón en el que tuve que remar 15km con 3 porteos. El porteo consiste en desmontar de la piragua, cogerla y correr con ella unos 300m y después volverte a montar en ella y continuar remando. La verdad que esta modalidad, en mi opinión, es más bonita que el sprint puesto que las personas tienen que estar atentas a cualquier cosa, cambios de ritmo, el desembarque, correr...   

También hay otras regatas que me gustan como la de Bilbao o la de Aranjuez. Yo, al principió, me negué a apuntarme a piragua, pero hoy en día, no me arrepiento de haberlo hecho. He descubierto un deporte que nunca me lo hubiera imaginado que fuese así y si alguna vez, tenéis opción de probarlo, os invito a hacerlo, porque estoy seguro que os gustará.


*(si alguien quiere escuchar la salida, 11'-15' pregón y 15'-16'.06" himno , le dejo aquí un enlace [salida])

Un viaje para recordar (2/4).- Skerries

Había cientos de chavales con mochilas de diferentes colores y en grupos con numerosos monitores que iban pidiendo los DNI, los billetes… Yo estaba muy perdido en ese momento, y por un segundo me arrepentí de haber querido ir, ya que sabía que al cabo de un rato me iba a tener que enfrentar a todo aquello yo solo. Aún así, no me quedaba otra opción. Tras unos minutos de espera y de localizar mi grupo y mi avión, me despedí de mis padres y me dirigí hacia el avión. Ahí empezaba una experiencia que sería inolvidable para mí.


El viaje hasta Dublín se me hizo eterno, había un montón de chavales que se conocían ya entre ellos y estuvieron casi todo el trayecto hablando, mientras que yo estaba solo al lado de la ventanilla con mis cascos. Recuerdo perfectamente la primera persona con la que hablé después de haber salido de Santander. Estábamos recogiendo las maletas, y mientras esperaba a la mía, se me acercó un chico y se puso a darme conversación sin conocerme de nada. En ese momento me pareció muy raro, ya que no me lo esperaba para nada, pero después lo pensé y dí gracias de que alguien me hablara, ya que seguramente se me hubiese hecho bastante difícil haberlo hecho por mi propia cuenta.


Tras estar un largo rato hablando, por desgracia, él tuvo que ir a otro pueblo diferente al mío, por lo que no lo he vuelto a ver desde que nos despedimos a la hora de coger los buses.

En ese momento volví a estar un poco desanimado, ya que a la única persona con la que había entablado conversación no la iba a volver a ver, por lo que estaba solo de nuevo. Cuando me tocó montarme en mi bus, me senté, me puse los cascos de nuevo, y empecé pensar en cómo sería la familia con la que me tocaría estar las siguientes 2 semanas. Estaba bastante nervioso, ya que eso era una lotería y podía estar o muy agusto o pasar ese par de semanas horrorosas.


El pueblo al que me dirigía se llamaba Skerries, un pequeño pueblo costero del que no había oído hablar nunca, pero que es uno de los sitios más bonitos en los que he estado. Cuando llegué, estaba esperándome en su Mini granate Sarah, mi “madre irlandesa”. Desde el momento en el que empezamos a hablar, sabía que iba a estar contento, ya que era una persona muy amigable y que en todo momento buscaba que yo estuviera cómodo. Con ella estaba un perro, del que por desgracia no me acuerdo el nombre. Era un precioso galgo gris, el cual no paraba de corretear por el parque y que estaba obsesionado con su frisbee naranja. 


Todavía me quedaba ir a la casa y conocer al último integrante de la familia, Stan, un hombre sueco que había ido a vivir a Irlanda gracias a su mujer. No tuve la oportunidad de conocerle mucho, ya que al de un par de días tuvo que irse a Estocolmo a trabajar, pero lo poco que estuvo me trató muy bien y me hizo sentir uno más. Una vez llegué a la casa, sentí que iba a ser una gran experiencia por diversas razones...


Dibujar

 Desde muy pequeña en mi casa se me ha llamado “la artista de la familia”. Esto es porque tanto mis padres como mis hermanos y abuelos consideran que mi don es el dibujo, opinión con la no estoy de acuerdo en absoluto.

Es verdad que a la hora de asistir a clases de pintura se me podía dar mejor que a algunos de mis compañeros pero yo, siempre he creído que eso era debido a que prestaba más atención cuando el profesor o profesora venía a echarnos una mano. Al siempre haber sido muy perfeccionista en este aspecto, es probable que pusiera más empeño en que el cuadro saliera medianamente bien, al contrario que algún otro compañero que no le daba demasiada importancia. Pero como bien he dicho, no considero que eso signifique que tenga un don dibujante ni mucho menos.

Desde que mi familia piensa que tengo esa especie de “don”, me insisten en que lo potencie y siga yendo a clases, cosa que a mi, personalmente, no me provoca ningún tipo de motivación. Si que es verdad que de más pequeña, en ocasiones en las me aburría cogía una libreta y me ponía a dibujar objetos que tenía por casa como calculadoras, estuches, lámparas, bolis, lápices… Es decir, cosa que veía, cosa que dibujaba.


Seguí haciendo esto hasta que, un día, perdí aquel cuaderno y desde ese momento, no me ha vuelto esa costumbre que tenía de dibujar en mis ratos libres. De todas maneras, he de decir que ni siquiera me molesté en buscar otro cuaderno o libreta así que directamente dejé de dibujar. Actualmente, mi familia no me insiste tanto en que debería de seguir dibujando porque creo que ya se han dado por vencidos al ver que no les hago caso, lo que sí se hacen es, en momentos puntuales, pedirme que dibuje algo como por ejemplo un dibujillo para alguna felicitación de cumpleaños y cosas del estilo.


Mi madre me sigue recordando de vez en cuando los concursos que gané por dibujar, pero la verdad que mucha importancia no les doy, más bien ninguna. Recuerdo que gané un concurso en el cole, y creo que otros dos con la academia de pintura a la que solía ir pero nada muy fuera de lo normal, quiero decir, veo esos dibujos ahora y los veo de lo más normalito del mundo. Mi familia, sin embargo, y aún que yo no esté de acuerdo, se sigue fijando en algún que otro cuadro que dibujé en su día y me insisten en que dibujar es un don con el que nací.

EL BRILLO

La mayoría conoceréis este brillo del que hablo. ¿Alguna vez os habéis fijado en los ojos de las personas cuando hablan de algo que les gusta? En los ojos asoma un brillo, que da vida a la persona, como si algo dentro hubiera despertado. Este brillo a medida que vamos creciendo y vamos contagiándonos con la sociedad, va desapareciendo. 


Cuando éramos pequeños, prácticamente todo nos hacía ilusión, daba igual ir a saltar a un charco, cocinar albóndigas de arena, hacer un catalejo con un rollo de papel, ver una mariposa, todas estas cosas que hoy nos parecen insignificantes nos producían una alegría y un brillo indescriptible. Al estar con niños me doy cuenta de que esa ilusión es contagiosa, basta con tener unos minutos de conversación con un niño explicándote por qué se debería de construir un tobogán o una tirolina para bajar al patio y ver que te ha traspasado parte de las ganas y la energía que transmite. 


Creo que es imprescindible que encontremos cosas que hagan que nuestros ojos brillen de esta forma, porque la sociedad necesita de está ilusión. Si os fijáis, en la calle hay muchas expresiones vacías, sin luz, te cruzas con gente muerta viviente, que está viva en el sentido literal de la palabra, respira y completa demás funciones vitales, pero carece de sentimientos y de motivaciones. 


Es verdad, que hay ciertas épocas en las que por X o por Y cuesta más encontrar ese empujoncito, y estamos más desmotivados. Sin embargo, es en esos momentos, cuando tenemos que parar y buscar. El desencadenante de esa luz no siempre va a ser el mismo, puede ir variando, puede ser una conversación con alguien que te haya hecho plantearte cosas, un nuevo hobby o uno que ya tenías y al que le dedicas más tiempo, simplemente observar a gente ejerciendo de algo que disfruta, ir al mar, darte un baño, quedar con alguien que hacía mucho que no veías, un rayo de sol en invierno y un largo etcétera. 


Estas simples actividades no son muy difíciles de realizar y realmente marcan la diferencia. Nos recargan las pilas, para enfrentarnos al día a día, nos llenan de energía y de buen humor y nos motiva a ponernos objetivos e ir a por ellos. Está en las manos de todos tratar de contagiar está ilusión, antes de que la incertidumbre y desmotivación ante la situación actual se expanda del todo.


Mi meta

Hoy os hablare sobre una de mis metas, dicha meta me lleno de esperanza cuando me lo propuse y que espero lograrlo algún día, esta meta antes era solo un sueño. A hora os hablare como me propuse llegar a esta meta.

Todo comenzó  cuando estaba ayudando a mi madre a cocinar, empezamos hablar y mi madre dijo que ella era la mejor cocinera del mundo, yo le conteste que yo era el mejor, a lo que hecha me contesto un torpe como tu no puede ser mejor que yo , y yo todo furioso le dije que algún día tendrá que aceptara que yo soy el mejor cocinero del mundo.Por lo cual mi meta es ser el mejor cocinero del mundo, solamente para demostrar a mi madre que no hay nadie mejor que yo.

Al principio fue muy difícil por que era muy torpe, como lo decía mi madre, pero un familiar que estudio cocina decidió enseñarme muchas cosas sobre la gastronomía, él me demostró que todo con esfuerzo y dedicación se puede lograr. 

Después  de estar tres años aprendiendo acerca de la gastronomía, le dije a mi madre si le podía ayudar a cocinar otra vez a lo que ella me permitió ayudar en la cocina, tras acabar de cocinar ella me felicito de la mejora que tuve tras la ultima vez que cocinamos. Mi madre me dijo "que si seguía hacia llegaría a ser el mejor cocinero.

En conclusión, al proponerme este reto pude ver que  todo se puede lograr con esfuerzo y dedicación.

El precio de la fama

Todos, en algún momento, nos hemos imaginado una vida en la que la fama y los lujos nos rodean. Vivimos en una mansión con grandes ventanales y con vistas a un grandioso paisaje. Por supuesto, los grandes armarios con infinidad de ropa, junto a zapatos de todas las clases y colores, no pueden faltar. Todo esto, claro está, acompañado de miles y millones de fans que, aunque para algunos sea un incordio, son parte del lote. Una vida así puede parecer apetecible de primeras, pero, ¿realmente lo es?

Es cierto que tener todo lo que quieres y deseas es divertido, pero solo por un rato. Cuando uno consigue el dinero como quien consigue agua de una fuente, este pierde completamente su valor. Con esto no quiero decir que una persona vaya a ser más feliz teniendo menos dinero, es más, estoy completamente en contra de esa frase que dice: “El dinero no da la felicidad”. Creo que el dinero puede aportar estabilidad y hacer más feliz a una persona que se encuentra entre la deuda y la pared. Sin embargo, en el hipotético caso de que nos encontráramos con una gran suma de dinero entre manos, muchos empezarían a despilfarrar y, en el momento en el que no hay nada más que comprar, se aburrirían.


Si tenemos en cuenta este posible desenlace, ¿Os la jugaríais a sacrificar vuestra vida privada?  Yo desde luego que no. Me considero una persona reservada a la que no le gusta compartir sus vivencias por redes sociales. Si tenemos eso en cuenta y encima el hecho de que yo personalmente me cansaría muy rápido del dinero, mi decisión está más que razonada. De todas formas, entiendo a la gente que aceptaría. En mi caso, por mi forma de ser, las dos cosas que se me ofrecen no terminan de encajar conmigo. Pero habrá a quien la atención de un público le guste, y el apoyo que recibe de esa gente anule lo negativo. 


En definitiva, yo no me veo capaz de soportar esa presión pública que tantos famosos deben de sentir. Es por eso que me conformo con un sueldo y una buena vida en el anonimato. Quizás no tenga una mansión, pero por lo menos podré bajar a tomar algo sin que me cosan a flashazos.


Empezar de cero

 Puede que resulte raro pero, hasta hace un par de años, siempre he esperado con ansias el momento de llegar a la universidad. No era porque tuviera claro lo que quería hacer, ni mucho menos. De hecho, siempre he detestado escuchar constantemente esa incómoda pregunta que te hacen todos los familiares en comidas y eventos, por el hecho de que por más que me la hiciesen, no iba a saber responder nada concreto. Sin embargo, fuera cual fuese la carrera que iba a estudiar, yo tenía idealizada esa vida universitaria.

En gran parte, deseaba empezar esta etapa porque quería empezar de cero. Creía que el tiempo que estuviese en la universidad iba a ser el mejor momento de mi vida y que hasta entonces, tendría que esperar con paciencia. Puede que en parte lo pensase porque había momentos en los que el colegio estaba fuera de mi zona de confort, o porque me entusiasmaba poder estudiar algo que me gustase de verdad. Además, me parecía llamativa la idea de conocer a personas y hacer nuevas amistades en un ambiente distinto.


De todas formas, llegó un momento en el que hice más amistades tanto dentro como fuera del colegio, a la vez que encontré más hobbies y pasatiempos que me encantaba hacer. También el hecho de sentir más libertad y poder hacer cosas que me gustasen con amigos cambió mi forma de ver las cosas. A medida que iba pasando el tiempo, cuanto más a gusto estaba, más se iban desvaneciendo esas ansias de llegar por fin a la universidad. Poco a poco, me fui dando  cuenta de que estaba disfrutando realmente del “ahora” y que ya no necesitaba llegar a esa vida universitaria cuanto antes. 


Ahora, espero ese momento como parte del proceso y con ganas aunque también con un poco de miedo. Sin embargo, siento nostalgia y lástima, porque no quiero que esta nueva etapa me separe de personas y cosas que son importantes para mi ahora . 


Al final, me he dado cuenta de que no tenía que esperar hasta la mayoría de edad para tener un cambio en mi vida, sino que muchas veces por el camino inesperadamente se nos van a presentar personas y oportunidades que pueden cambiarnos completamente.


Este lunes empiezo la dieta

El 1 de enero de cada año pasa algo mágico: los gimnasios están a rebosar, la gente empieza sus dietas, se pone objetivos... Sin embargo, en menos de dos meses, la mayoría de ellos volverá a sus rutinas. Me parece curioso como de un día para otro, o en este caso, de un año para otro, las esperanzas por mejorar ciertos aspectos de tus vidas parecen recobrar vida. Pero, con el paso del tiempo, estas se esfuman como la niebla. Sinceramente, me da pena la gente que sigue pensando que el próximo lunes de verdad retomará ese hobby que había dejado de lado, o que empezará a echarse mil cremas para tener la piel como Nicole Kidman (sinceramente creo que el truco de esta está en el bótox). Lo gracioso es que hablas con ellos y te dicen convencidos: “Que sí, que esta vez de verdad que me pongo”.

Está claro que la pereza es la causante muchas de veces, por no decir la mayoría, de este fenómeno, pero realmente es algo triste. Pienso en mis 17 años, y lo cierto es que se me han pasado volando. Parece que era ayer cuando entré en la ESO y bajaba la mirada al ver a los alumnos de último curso. Con esto quiero decir que no vamos a estar aquí para siempre y cuando seamos viejecitos nos arrepentiremos de lo que no hicimos en su día. Por ello, creo que cualquier día es adecuado para ponerse objetivos y empezar.

Con esto no quiero decir que haya que empezar de golpe. En realidad, lo importante es que poco a poco te vayas acercando a ese objetivo aunque haya momentos en los que quieras rendirte. Sin embargo,  merece la pena seguir y si al final no consigues eso que te habías propuesto, no pasa nada, porque lo que hayas avanzado será cien mil veces mejor que ni haberlo empezado.


No quiero ir a inglés

Todos hemos discutido alguna vez con nuestros padres por habernos apuntado a una academia o haber contratado una profesora de inglés o euskera. No se me ocurre cosa que odiara más de pequeño que tener una hora de hacer readings y listenings después de comer. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, me he dado cuenta de que nuestros padres no pueden estar más acertados en forzarnos a aprender idiomas. De hecho, ahora que todos los viernes me toca ir al euskaltegi, ya no lo veo como una pérdida de tiempo, sino como algo que tengo que exprimir al máximo.

Los idiomas son el arma más poderosa que una persona puede tener. Por mucho que alguien sepa algo sobre un tema o sea muy bueno haciendo algo, si no tiene la capacidad de transmitirlo a los demás y convencer a los de su entorno, no le va a servir para nada. Además, teniendo en cuenta el mundo tan globalizado en el que vivimos, no cabe duda que aprender idiomas, y especialmente inglés, es fundamental para nuestro futuro. Nunca sabremos para qué lo vamos a necesitar ni dónde vamos a estar dentro de unos años.

Quizás, por este tipo de motivos, aprender inglés motiva más a los jóvenes en general que estudiar euskera. Sin embargo, creo que quienes menosprecian el euskera por su supuesta inutilidad se equivocan. A fin de cuentas, el euskera es nuestra lengua, es un símbolo más de nuestra cultura, y es deber de todos conseguir que sea un idioma igual de fuerte y extendido que cualquier otro. En mi caso, paso muchísima envidia cuando oigo a personas hablando euskera perfectamente o cuando viajo a Cataluña y la mayoría de las personas se comunican en catalán.

En definitiva, saber idiomas vale oro. Cada vez son más frecuentes los equipos de trabajo compuestos por personas de diferentes nacionalidades y la comunicación en ellos es un factor fundamental. Además, no hay nada más versátil que los idiomas, pues son necesarios para todo tipo de trabajos y profesiones. Por último, es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros cuidar el euskera. Ojalá algún día nuestras calles estén llenas de “kaixos”, que “holas” ya hay en muchos sitios.

 

Lo que hacen la guerra y el hambre

Estoy segura de que muchas veces habréis llegado a vuestras casas con borborigmos en el estómago del hambre que tenéis. A mi también me ha pasado; aunque en vez de encontrarme con un plato de menestra del comedor, soy muy afortunada por encontrarme con todo tipo de comidas ricas de amama. El “problema” viene cuando en vez de irte de su casa habiendo comido bien y habiéndote quedado saciada, te vas con la sensación de que has comido unas “pocas” alubias de más. 


Mi amama es una persona muy insistente con el tema de la comida. Hasta que no te ve explotar por la cantidad de comida que has engullido, no para de ofrecerte cosas. Yo siempre le digo que en caso de querer más comida, ya se la pediré pero, nada, es como si le hablara a una pared, ¡por un oído le entra y por el otro le sale! Lo cierto es que disfruta viéndonos comer y eso le llena más que ponerse hasta las trancas de comida. Siempre me está ofreciendo de su plato a pesar de que el mío esté mucho más lleno. Vosotros diréis: “ claro, María, es que tu amama quiere ser generosa y compartir lo que sea con la familia”. En cambio, la cosa va más allá:

Mi amama es del año 1930, lo que implica que vivió la dictadura de Franco. Aunque fueran tropecientos mil, tenían de lo que alimentarse porque poseían ganado. Sin embargo, cuando estalló la Guerra Civil, tanto el bando Nacional- es decir, el que estaba liderado por Franco- como el de los 'rojos' quitaron a la familia de mi amama (al igual que a otras familias) todo lo que tenían. Esto provocó una gran hambruna que llegaba al extremo de tener que sobrevivir durante muchas horas, con la peladura de naranja que habían encontrado en el suelo (y da gracias a Dios si es que llegaban a encontrar alguna porque no duraban ni dos segundos). También nos ha llegado a contar que, una vez, hasta se llevó un buen mordisco por robarle algo de patata cocida al perro del vecino o que se iban comiendo las migajas de pan como si fuesen las palomas del cuento de Pulgarcito. Es triste e increíble la cantidad de cosas que hacían con tal de comer. 


Es por todo ello, por lo que creo que es tan insistente con la comida. Al fin y al cabo, ella en esos tiempos echó de menos el poder comer y no quiere que vivamos lo que ella sufrió. Así que seguirá ofreciendo a todo aquel que pase por su casa, un generoso plato de comida.




sábado, 18 de diciembre de 2021

Los perros y yo

Nunca he sido muy fan de los animales, de hecho, nunca me han gustado los animales. Da igual el tamaño que tengan, desde un gran león hasta una pequeña mariposa. No digo que no me parezcan preciosos incluso diría más, me encantaría que me gustasen pero desgraciadamente es algo que por mucho que lo desee todavía no lo he conseguido. 


Principalmente, voy a hablar sobre unos animales en concreto, los perros. Muchos de vosotros estaréis pensando pero ¿cómo no le pueden gustar los perros? o ¿cómo es posible que tenga miedo a esos animalitos inofensivos? Ya os adelanto que ni yo misma sabría responder a esas preguntas. No obstante, creo que puede tener una pequeña relación con una anécdota que me ocurrió cuando era pequeña.


Tendría seis o siete años y estaba dando una vuelta con mis abuelos y mis hermanos por Bilbao. En aquellos momentos no me gustaban los perros pero tampoco les tenía ningún miedo. Estábamos bajando las escaleras del Guggenheim y como siempre hacíamos, mi hermana y yo, echábamos una carrera para ver quién llegaba antes a abajo. Era una de esas pocas veces que yo iba por delante ya que habitualmente mi hermana al ser más mayor y tener las piernas más largas que yo llegaba siempre antes. El caso, que bajábamos muy deprisa y cómo no, algo tenía que suceder para que yo no llegase la primera. De repente un gran monstruo se abalanzó sobre mí, yo solo veía una enorme bola de pelo marrón encima de mí, intentando morderme. Me encontraba en un estado de pánico total y tras gritar y llorar, el perro se marchó. Podría decir, sin exagerar, que fueron los diez segundos más largos de mi vida. 


Con el tiempo y visto desde otro punto de vista diferente, puedo decir que aquel perro que a mi me pareció un bicho grande, seguramente, me vio corriendo mientras bajaba las escaleras y solamente vino porque quería jugar conmigo. Tuvo la mala suerte de encontrarse con una persona que no estaba preparada para ello.


Desde aquel momento, incrementó mi odio hacía los perros y animales en general. Llegué hasta un punto en el que cuando iba por la calle y me cruzaba con un perro, me ponía a cantar internamente para que así, los perros no oliesen mi miedo y no se acercaran a mí. Mis amigas se reían de mí por eso, pero a mi me ayudaba a estar más tranquila cuando pasaba al lado de un perro. 


A lo largo de todos estos años he intentado quitar el miedo a los perros. No puedo decir que ya no les tengo miedo porque estaría mintiendo. Sí que podría decir que he mejorado bastante. Como prueba, llegué a estar conviviendo con un perro cuatro meses cuando residí en Irlanda en 4º de la ESO, aunque tengo que admitir que aquel perro solo comía y dormía. Aún así, fue un gran desafío que conseguí superar.


Hoy día, me encuentro en el punto en el que podría estar con un perro siempre y cuando lo tenga a vista, ya que si el perro está por detrás de mí ya me empiezo a poner nerviosa. No obstante, recientemente he cogido en brazos a los perros de Mireia y Cristina, por lo que creo que voy quitando miedos y mejorando mi relación con los animales.


jueves, 16 de diciembre de 2021

Ley de murphy

 ¿Alguien recuerda que su tostada haya caído al suelo por la parte que no tiene mantequilla, aunque sea una sola vez? Lo más probable, es que todas esas tostadas en las que hemos invertido escasos minutos de  nuestras mañanas, hayan acabado desperdiciadas en el suelo, o en algunos casos, en el estómago de nuestro perro o aspiradora con patas, como prefiráis llamarlo. Curiosamente, este extraño fenómeno que recibe el nombre de ley de Murphy nos atormenta prácticamente a diario, aunque no lo creamos.  Resumidamente, podríamos decir que toda la discusión que hay detrás de esto se basa en la frase "si algo puede salir mal, saldrá mal".

Este fenómeno es extrapolable para muchas otras circunstancias que se dan en nuestro día a día, y en la mayoría de los casos se dan situaciones muy frustrantes. Si alguna vez te ha tocado ir al supermercado a hacer la compra, estoy seguro de que has podido comprobar con tus propios ojos, como cualquier cola en la cual no hayas decidido situarte para pagar va a avanzar incomprensiblemente más rápido que la tuya. Eso sí, una vez te cambias te cola, la situación se invierte como por arte de magia. No importa que hayas elegido la fila más corta o que sepas que el cajero con 20 años de experiencia en tu Eroski sea el más rápido, ya que la señora con el carrito lleno que tienes al lado va a salir antes que tú.

Por otro lado está el maldito paraguas. Sinceramente creo que este artilugio es el mayor traidor que una persona puede encontrar. El amigo, se pasa todo el año en el paragüero, justo al lado de la puerta, preparado para que lo cojas y lo lleves contigo el resto del día con la idea de no mojarte. El caso es que una vez sales por la puerta de casa, Neptuno decide que ya ha llovido durante suficiente tiempo, de forma que te toca cargar con él innecesariamente y escuchar "¿Para qué traes paraguas si no llueve?" repetidas veces. A más de uno esto nos ha hecho desistir de su uso en alguna ocasión para no tener que pasar por semejante calvario, y, efectivamente, ese día en el que has pensado en cogerlo pero te has decantado por no hacerlo, llegas a clase pasado por agua, casi recién duchado.

Puede sonar como una visión un poco pesimista de la vida, pero son muchos los que han decidido investigar este tipo de sucesos por si tienen una explicación científica. Desgraciadamente, lo más "científico" a lo que han llegado es que a la tostada solo le da tiempo a dar media vuelta al caer, así que mejor cogemos paraguas y evitamos el super.


El valor que le damos a las cosas

Entre mi ama y yo siempre tenemos la misma pelea interminable. Mi ama diciendo: “Marta, cómprate un e-book” y yo diciendo: “Ama, no lo pienso comprar por mucho que me insistas”. Nos podemos tirar horas hablando sobre las ventajas y desventajas de tener una de esas cosas tecnológicas y ella siempre acaba utilizando el mismo argumento: “Pues que sepas que yo de una sentada me he descargado 300 libros por un precio mínimo”. Sin embargo, precisamente es esa una de las razones por las que no quiero tener un e-book. Siento que si tuviese la posibilidad de tener todos los libros que me diese la gana, estos perderían su valor en menos de 2 semanas; me explico. 

Primero he de decir que soy una amante de la lectura y que aprecio increíblemente los libros y todo lo que tiene que ver con ellos. Por eso mismo, el hecho de tener que ahorrar porque tengo muchísimas ganas de comprarme un libro que llevo teniendo en la mente meses o esperar a Navidad para tenerlo entre mis manos, es algo que indirectamente le da cierto valor a los libros. Eso es algo que con el e-book no sería posible ya que, si tuviese todos aquellos libros que llevo queriendo mucho tiempo en cuestión de 2 minutos, ¿qué gracia tendría?.

Esto me ha llevado a pensar que, muchas veces, al igual que le damos un valor a algo, también se lo podemos quitar. Esto es porque estamos acostumbrados a conseguir las cosas que queremos y, cuando las tenemos, ese valor que le habíamos dado desaparece. ¿Quién de vosotros ha pedido un regalo de Navidad cuando era pequeño (y tampoco tan pequeño) y en cuestión de 2 semanas se ha quedado en el fondo del armario? 


Con esto quiero decir que darle valor a las cosas es algo bonito porque demuestra que realmente te interesa pero, si ese valor va a dejar de existir en el momento que tengas lo que quieres ¿verdaderamente tenía valor al principio? 



martes, 14 de diciembre de 2021

Sentimiento

Antes de empezar, deciros que puede que muchos de vosotros no entendáis lo que voy a contar a continuación o creáis que es una estupidez. Otros, sin embargo, supongo que empatizaréis conmigo u os habréis sentido así en algún momento. ¿Ahora mismo os preguntareis de qué narices voy a hablar? Pues ahí va la respuesta: del Athletic, que no de fútbol.


El espíritu de ser athleticzale es algo que he tenido presente a mi alrededor desde siempre y que me han ido contagiando desde muy pequeña. Mis dos aitites, mi tío, mi aita… Ver la ilusión con la que iban a San Mamés cada vez que había un partido y sobre todo la ilusión con la que me llevaban a mi cada vez que alguno de ellos no podía ir era algo muy especial.  


La verdad es que no me canso de escuchar todas y cada una de las anécdotas y recuerdos que cuentan relacionados con el Athletic. Por ejemplo, mi aita siempre cuenta que su tío tenía entradas para la final de la Copa del Rey de 1983-1984, la cual ganó el Athletic contra el Barça, y que mi amama no le dejó ir a Barcelona. Ella dice que es una de las cosas de las que más se arrepiente en su vida y no puede ni escuchar la historia.


Por otro lado, la alegría o tristeza con la que vive un athleticzale cada partido es inexplicable. Otra de las historias que cuentan es que cuando yo iba a San Mamés de pequeña, cada vez que el equipo contrario nos metía un gol, me ponía a llorar. Ya no os cuento si perdíamos el partido, os podéis imaginar cómo era la vuelta a casa.  


Hasta hace poco no era muy consciente de todos los sentimientos que me provocaba ser seguidora del Athletic, hasta que llegó el primer día que volví a San Mamés desde que empezó la pandemia. Aquel día, después de haber ganado una Supercopa mientras estábamos en casa, sin haberla podido celebrar como nos hubiese gustado, cuando sonó el himno del Athletic se me puso la piel de gallina como nunca antes y no pude evitar que cállese alguna lágrima. 


Para muchos, como he dicho antes, esto será una tontería, pero yo creo que no se puede explicar del todo con palabras qué es esto de compartir un sentimiento así con tanta gente. Ahora que tengo la suerte de disfrutar de todos los partidos en San Mamés gracias al gazte abono, como mi aita y aitite tuvieron el suyo hace tiempo, voy a poder vivir más a fondo esta experiencia y contagiarles este sentimiento a mis hijos e hijas como ellos hicieron conmigo.

lunes, 13 de diciembre de 2021

El cambio, vol.I

Como la mayoría de aquí presentes, empecé el colegio con 2 años. Como por aquel entonces vivíamos en Deusto, por cercanía, entré en el colegio de La Salle. Allí crecí junto a los que a día de hoy considero las personas que más me han enseñado sobre la amistad.  Alex, Jon y Juan. Probablemente si leyeran esto fliparían, estoy segura. Pero estos tres chicos me han acompañado durante una gran parte de mi vida e innegablemente les debo muchos recuerdos y aprendizajes.

De pequeña era una niña muy sociable, y no me resultó difícil hacer amigos. Además, en este colegio, tenían por costumbre mezclar las clases cada dos años, por lo que acabé cogiendo mucho cariño a la mayoría de los que formábamos el curso. 
Allá por el año 2011, cuando estaba en tercero de primaria, nos cambiamos de casa. Pasé de vivir en Deusto a vivir en Bilbao. Evidentemente, en aquel momento no era consciente de la cantidad de cambios que iba a traer consigo la mudanza, pero no tardaría más de un par de años en comprobarlo. 


Efectivamente, fue unos años más tarde, exactamente en 2015, cuando uno de los mayores cambios de mi vida se me presentó la mañana de un domingo cualquiera mientras recogía los platos del desayuno. 
“Anjana, tenemos algo que decirte.” “El año que viene no sigues en el cole, te hemos cambiado a uno más cerquita de casa.” No me fue necesario escuchar más que esas dos frases para correr a mi habitación y cerrar la puerta de un golpetazo. Sinceramente, no recuerdo cuánto tiempo pasé enfadada con mis padres. Mi vida dio un parón. Iba a perder “todo” lo que en aquel momento tenía. Tenía que empezar de cero en un colegio en el que, creía que al igual que yo en el mío, todos tenían ya “su sitio”. Cada vez que durante el verano me acordaba de esta noticia, me recorría un escalofrío por todo el cuerpo.


Durante los años en los que empezamos a vivir en la casa nueva pero seguía en La Salle, mis padres también me apuntaron a catequesis en la parroquia de San Francisco Javier, (al lado del cole) en vez de seguir en la de San Felicísimo. (que es a la que iba con todos mis amigos de Deusto) Allí conocí a muchas nuevas personas con las que a día de hoy me cruzo por el barrio a menudo. Pero tengo que destacar que conocí a tres chicas de escolapios. Nunca me podría imaginar que estas tres chicas que venían todos los martes sudorosas después de su entrenamiento de baloncesto, serían a día de hoy unas de las personas con las que más tiempo comparto. 


La otra Navidad

 La Navidad es una festividad que todos esperamos entusiasmados. Es una celebración que representa la familia, la amistad, el amor, la esperanza, la unión e incluso, como algunos dicen, los milagros navideños. Sin embargo hoy quiero enseñaros la navidad desde otro punto de vista.


La navidad tiene como origen la celebración de un acontecimiento relacionado con la religión católica, sin embargo creo que hoy en día no es ni de lejos el motivo principal de esta fiesta. Al igual que ocurre con San Valentín, actualmente las Navidades son una fiesta capitalista ¡Se podría decir que es la paga extra de los empresarios! Para celebrar esta fiesta gastamos en comida, decoración, regalos… De hecho creo que nadie de esta clase podrá decir que en su casa se gasten menos de 100€ para la celebración; al igual que ocurre en muchos hogares del mundo.


Por otro lado, la estación del año tampoco acompaña. En invierno es cuando más frío hace y por lo tanto cuando más abrigados debemos de ir. Además de que esta estación provoca que esté lloviendo continuamente, por lo que debemos andar a cuestas con el paraguas y más con el clima que tenemos aquí. Pero el problema no se queda ahí, cuando entramos en cualquier sitio, ya sea dentro de un centro comercial o simplemente en un bar o una tienda, tenemos que estar pendientes de donde ponemos el paraguas y la chaqueta; que no sería la primera ni la última que alguien se lleva lo de otra persona, por error o a propósito. Además están los cambios de temperatura por las calefacciones a tope, que nos provocan un resfriado en un santiamén.


Y bueno, que decir de las reuniones familiares. Son todas muy bonitas, hasta que nos acordamos de ciertos sucesos que suelen ocurrir en todas las familias. Uno de los más típicos es el comentario de cualquier familiar de “¿Y que, ya tienes novia/novio?” o la charla incomoda con ese familiar que solo ves 1 vez al año, o el deplorable espectáculo de tener que ver a algunos familiares con alguna copa de más.


En resumen, tampoco quiero que penséis que soy el Grinch, pero me parece curioso ver este tipo de cosas tan idealizadas desde otra perspectiva. A mi también me gusta la Navidad e incluso disfruto de alguno de los aspectos negativos que he comentado.


Comida rapida

 La comida rápida viene del inglés “fast food” y se ha coloquializado como  “comida basura” o “comida chatarra” .California es la tierra natal de la comida rápida.

Actualmente más del 90% de la gente consume este tipo de comida.


Esta, se caracteriza por ser alta en calorías y tener un perfil nutricional inadecuado, rico en grasas saturadas, colesterol, sal, azúcares y bajo en los demás nutrientes.


Todos sabemos que es especialmente mala para los niños, ya que les crea unos hábitos de alimentación basados en una comida totalmente perjudicial para la salud, pero qué ocurre si la gente no tiene dinero para alimentar bien a sus hijos?


La comida rápida está a muy buen precio por lo que es fácil acceder a ella, sobre todo si no se dispone de mucho dinero.

Siempre decimos que este tipo de comida no se puede consumir a diario pero hay bastante gente alrededor del mundo que no tiene opción y debe de consumir este tipo de comida casi a diario.

Creo que en vez de juzgar tanto lo que la gente come, nos podríamos preguntar si se pueden permitir comer comida más sana e intentar ayudar a esa gente.


Otras veces no se tiene tiempo para comer decentemente por ejemplo los estudiantes a veces no tenemos tiempo para comer sobre todo cuando estamos de exámenes por lo que comemos comida basura o directamente no comemos, obviamente esto no se aplica a todos los estudiantes.


La gente consume comida basura habitualmente por alguna razón.


¿Uniforme o ropa de calle?

Hoy en día, una gran parte de alumnos y alumnas de los colegios están obligados a vestir con uniforme. Sin embargo, otros tienen la opción cuando llegan a bachillerato de seguir usándolo o no; y hay otros, que directamente no utilizan nunca, como es el caso de nuestro colegio. No obstante, en Escolapios, hasta el comienzo de la ESO, los días de educación física el alumnado sí que debe llevar el chándal del colegio.


Pues bien, dicho esto, cuando le preguntas a una persona que ha estudiado en un colegio donde ha usado uniforme y a otra en el que no, a ver qué prefiere (si llevar uniforme o ropa de calle), podemos obtener diferentes respuestas y argumentos a dicha pregunta. 


En mi caso, estudié hasta 3º de la ESO en Jesús-María, un colegio de Artxanda en el que era obligatorio el uso de uniforme y en 4º de la ESO me vine a Escolapios, donde pasé a llevar ropa de calle diariamente. Es verdad que, cuando era pequeña no me importaba llevar uniforme, pero con el tiempo, cuando veía a la gente vestir con ropa de calle para ir al cole, me daba mucha envidia y yo también quería. Sin embargo, era consciente de que elegir la ropa para todos los días me llevaría más tiempo que el de tener que cambiarme a diario solamente de ropa interior y de polo, que era el básico blanco que se manchaba enseguida. Por ello, la idea de tener que llevar el uniforme no me echó tanto para atrás e incluso me gustó. Hoy en día, estudiando en Escolapios, llevo muy bien el ir vestida con ropa de calle ya que, aunque es cierto que elegir la ropa me lleva algo de tiempo, tampoco es tanto como el que me esperaba y me gusta verme diferente todos los días. 


Por tanto, el hecho de tener que llevar uniforme es cierto que es más cómodo, aunque vestir la gran mayoría de los días del año con esa ropa teniendo en tu armario la otra más bonita y pudiendo variar el color o el modelo… es más apetecible.


En definitiva, llevar uniforme no es tan malo como muchas personas creen y te reduce el tiempo de pensar en el “outfit” a esas horas tan tempranas de la mañana; sin embargo, pierdes esa variabilidad en tu estilo de vestir y eso es algo que, por lo general nos gusta mucho a las adolescentes. 

Autoexigencia

¿Hasta qué punto es bueno autoexigirse? Porque como todos sabemos, la persona autoexigente es aquella que siempre busca el máximo rendimiento sin importar en ocasiones sus límites. Eso refleja la actitud ambiciosa e inconformista que uno tiene y bajo mi punto de vista, es una cualidad pero como todo en la vida, tiene unos límites. Llegar a X nivel de autoexigencia, no es sano.


El exigirse demasiado a uno mismo, puede acabar muy mal, peor de cómo ha empezado, es decir, un típico ejemplo es el de las notas. Cuando queremos estudiar tanto, coger todos los apuntes, estar pendientes de cada detalle y exprimir nuestro cerebro al 200% que el resultado acaba siendo mucho peor por esa presión añadida. Lo más duro es que eso nos hunde más porque nos lleva a crear unas expectativas que no son reales.


Considero que el ser autoexigente con uno mismo es una virtud ya que esa persona siempre busca más y más y nunca deja de esforzarse, llevándose al límite y buscando tanto el progreso como el éxito. (Nunca olvidemos que una de las claves del éxito es no ponerse límites) Sin embargo, como he dicho anteriormente, creo que está bien ser exigente con uno mismo pero con unos límites porque cuando llegamos a ese pico, lo siguiente es la caída y no es fácil intentar llevarla bien y buscar el equilibrio en ella. Considero que la clave está en mantenerse constante en esa línea, como siempre con subidas y bajadas pero buscando ese equilibrio.


En resumidas cuentas, la autoexigencia es algo que se puede trabajar y todo el mundo está capacitado para ello, pero por otro lado, uno debe saber sus fronteras para no sufrir innecesariamente.

Hay ocasiones en las que hay que dejarse de exigencias, permitirse un descanso y mucho menos sentirse mal por ello.


Dos casas

Cuando tienes seis años, que te digan que vas a vivir en dos casas porque tus padres van a vivir separados es algo incluso divertido, pero cuando vas creciendo, empiezas a darte cuenta de lo fácil que sería todo viviendo en una sola casa. Tampoco es que vivir en dos casas sea un infierno, pero sí que es verdad que no se tiene ni de lejos la comodidad que podéis tener muchos de vosotros.

Parece que vivir de esta forma es lo peor que me ha pasado pero, repito, no es que esté tan mal. La mayor desventaja que veo desde hace unos años, siendo sincera, es que vivo con mucha inestabilidad (no sé si esta es la palabra adecuada para lo que quiero explicar). Aunque parezca una tontería, el tener dos casas hace que yo (o mi cerebro) no pueda asociar cada cosa a un lugar concreto. Cada cierto tiempo tengo que estudiar en un sitio diferente, dormir en un sitio diferente, etc., lo que hace que muchas veces en una casa me parezcan más difíciles unas tareas que otras. En casa de mi padre, por poner un ejemplo, me concentro muy rápido para estudiar, algo que en casa de mi madre me es mucho más difícil. Realmente, para que entendáis la sensación, es como ese fin de semana que te vas a algún sitio teniendo un examen la semana siguiente y no consigues encontrar un sitio en el que concentrarte.

Por otro lado está el tema de la ropa, que a algunos os parecerá una tontería pero que otros entenderéis. Imaginaos tener dos armarios, tener toda vuestra ropa dividida en dos o querer ponerte un jersey y que esté en la otra casa. Qué odisea (muchas veces, aunque parezca broma, incluso voy hasta la otra casa a por ropa). Cabe mencionar que, lo que hace mucha gente, es coger una maleta con casi toda la ropa e ir cambiándola de casa, pero os aseguro que en mi caso esta no es una opción. Además, conociéndome, estaría toda la semana dándole vueltas a la ropa que tendría que meter en la maleta.

Yo cambio de casa cada semana y me parece que está bien, pero es que no os hacéis una idea de lo rápido que pasa. Llego los martes y para cuando me quiero dar cuenta ya es domingo, o sea, que me marcho en dos días. La idea que tengo en mente, con el objetivo de poder acomodarme del todo en una sola casa, es empezar a hacer el cambio cada mes. Aunque a muchos os pueda sonar raro, hay mucha más gente de la que podemos pensar en esta situación y me gustaría mucho, personalmente, poder conocer cómo otras personas la viven.

Todos pagamos por pecadores.

 Cada vez el ser humano es mas cruel y no tiene piedad en hacer cualquier cosa por conseguir lo que quieren, sin importar si muere un inocen...