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lunes, 20 de diciembre de 2021

El cambio, vol. II

 …No sé si os acordáis, lo dejé en el descubrimiento de tres sudorosas chicas que venían muy emocionadas de sus primeros entrenamientos de baloncesto… 

Bien, pues resulta que una de esas tres chicas iba a ser la que me convirtiera el reto de hacer amigos en un paseo. Ale me presentó una a una a las chicas que me faltaba por conocer del grupo, y se encargó de que me sintiera a gusto los primeros días. Ahora miro atrás y soy consciente de la suerte que tuve, ya que la mayoría de niños y niñas que se cambian de colegio no cuentan con la ayuda que yo tuve. Obviamente, esto no quita que hacer nuevos amigos me resultara pan comido. A día de hoy recuerdo la sensación de angustia cuando sonaba el timbre y teníamos que bajar al patio. Los primeros días no me gustaba nada ese momento del día. Significaba tener que estar en un círculo de 7 chicas que se contaban frenéticamente experiencias de su verano, y que del propio énfasis de la conversación, sin darse cuenta, cerraban el círculo a quienes no participaban en la conversación, que en este caso era yo, bien asustada. 
La verdad que no me acuerdo mucho del resto del curso, pero me resulta muy graciosa la cantidad de detalles absurdamente precisos que guarda mi cerebro sobre los primeros días. 


Uno de mis mayores miedos era perder relación. No quería por nada del mundo distanciarme de las personas con las que había crecido.
Y aunque es cierto que muchas de las otras amistades también cercanas que tenía se han ido distanciando por completo, puedo decir muy orgullosa sobre los chicos que mencioné al principio de la historia, que sigo teniendo relación con ellos. Sé que suena a tópico, pero esta amistad es de esas amistades de las que se dice “puedes estar muchísimo sin hablar, que cuando te vuelves a juntar es como si no hubiera pasado nada de tiempo.” Tras los 3 primeros minutos de “¿Qué tal por allá?” a lo que siempre acompaña la misma respuesta “Bien…vosotros?” Enseguida me actualizan sobre todas las novedades y charlamos de cualquier cosa durante horas.
Me parece precioso también ver crecer a sus hermanos. Año tras año, reunión tras reunión, los que antes eran los hermanos txikis, han crecido, y ahora casi podemos hasta entablar una conversación sin que ninguno de los hermanos acabe llorando.


Ahora, que han pasado 6 años desde ese terrorífico primero de la ESO, veo el cambio de colegio como una experiencia de la que he aprendido un montón. Lo grande que se ve todo desde cerca, y lo pequeño que acaba resultado, que no todos tenemos “nuestro sitio” y que no tenemos por qué estar siempre con las mismas personas o que no todas las relaciones tienen por qué durar para siempre son algunas de los aprendizajes que esta experiencia me ha proporcionado.


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