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lunes, 13 de diciembre de 2021

El cambio, vol.I

Como la mayoría de aquí presentes, empecé el colegio con 2 años. Como por aquel entonces vivíamos en Deusto, por cercanía, entré en el colegio de La Salle. Allí crecí junto a los que a día de hoy considero las personas que más me han enseñado sobre la amistad.  Alex, Jon y Juan. Probablemente si leyeran esto fliparían, estoy segura. Pero estos tres chicos me han acompañado durante una gran parte de mi vida e innegablemente les debo muchos recuerdos y aprendizajes.

De pequeña era una niña muy sociable, y no me resultó difícil hacer amigos. Además, en este colegio, tenían por costumbre mezclar las clases cada dos años, por lo que acabé cogiendo mucho cariño a la mayoría de los que formábamos el curso. 
Allá por el año 2011, cuando estaba en tercero de primaria, nos cambiamos de casa. Pasé de vivir en Deusto a vivir en Bilbao. Evidentemente, en aquel momento no era consciente de la cantidad de cambios que iba a traer consigo la mudanza, pero no tardaría más de un par de años en comprobarlo. 


Efectivamente, fue unos años más tarde, exactamente en 2015, cuando uno de los mayores cambios de mi vida se me presentó la mañana de un domingo cualquiera mientras recogía los platos del desayuno. 
“Anjana, tenemos algo que decirte.” “El año que viene no sigues en el cole, te hemos cambiado a uno más cerquita de casa.” No me fue necesario escuchar más que esas dos frases para correr a mi habitación y cerrar la puerta de un golpetazo. Sinceramente, no recuerdo cuánto tiempo pasé enfadada con mis padres. Mi vida dio un parón. Iba a perder “todo” lo que en aquel momento tenía. Tenía que empezar de cero en un colegio en el que, creía que al igual que yo en el mío, todos tenían ya “su sitio”. Cada vez que durante el verano me acordaba de esta noticia, me recorría un escalofrío por todo el cuerpo.


Durante los años en los que empezamos a vivir en la casa nueva pero seguía en La Salle, mis padres también me apuntaron a catequesis en la parroquia de San Francisco Javier, (al lado del cole) en vez de seguir en la de San Felicísimo. (que es a la que iba con todos mis amigos de Deusto) Allí conocí a muchas nuevas personas con las que a día de hoy me cruzo por el barrio a menudo. Pero tengo que destacar que conocí a tres chicas de escolapios. Nunca me podría imaginar que estas tres chicas que venían todos los martes sudorosas después de su entrenamiento de baloncesto, serían a día de hoy unas de las personas con las que más tiempo comparto. 


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