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domingo, 17 de marzo de 2024

Unos tiempos muy duros

Desde hace unos cuantos meses, casi al principio de curso, decidí que los martes al tener dos horas para comer iba a ir a la casa de mis aitites y así aprovechaba y pasaba tiempo con ellos. La verdad es que esto me vino de maravilla para poder hacer este blog. 

Como excusa de que “viene la nieta a comer” mi aitite aprovecha y hace su especialidad, tortilla de patata. Mientras la comíamos, que por cierto estaba impresionante porque estaba recién hecha, les conté la situación de clase. Es decir, les expliqué que estábamos dando la guerra civil en historia y las caras de mis aitites cambiaron por completo. Y no en el buen sentido. 


Al principio nada más contarlo reinó el silencio por unos minutos, hasta que mi amama soltó el tenedor y decidió contarme algunas cosas. Lo primero que me dijo fue: “Tu abuelo y yo por suerte no vivimos aquello, pero con el paso del tiempo y al ser más mayores fuimos conscientes de lo que había pasado. Y la verdad es que aunque preguntasemos en casa nadie trataba el tema. Lo único que sé que le pasó a un tío mío, es que por esconderse y no querer entregarse a la policía, quemaron su casa con el vivo dentro.” Me quedé completamente en shock, porque simplemente el hecho de pensar que hoy en día se hiciera algo asi, se me hace más que imposible. 


Después de contar mi amama eso, mi aitite tomó aire y se dispuso a hablar, y dijo: “Tu abuela tiene razón, ella y yo tuvimos suerte de no vivirlo. Pero mi padre, que en paz descanse, no lo pasó nada bien. Cuando era joven formaba parte del ejército de aquí, y al entrar los franquistas tuvo que huir a Valencia, donde durante unos días estuvo retenido hasta conseguir escaparse. Tras escaparse él y unos compañeros volvieron al pueblo andando. Al volver y después de haber estado unos días, por culpa de la situación se hizo del otro bando y estuvo trabajando en una cárcel vigilando a sus propios compañeros. Y al poco tiempo se casó con mi madre, y ella se puso en estado. Pero el tuvo que huir, porque le pillaron que seguia siendo nacionalista. Y se escondió en el monte en Santander con unos compañeros más, pero tuvo que volver cuando yo nací para inscribirse en el registro, porque antes eso lo hacían los hombres.” 


Al terminar mi aitite de hablar, le comenzaron a caer lágrimas por el recuerdo de su padre y por la vida tan dura que tuvo. Yo me quedé completamente paralizada, porque aunque si sabia algunas cosas, muchas otras eran nuevas para mi y no pensaba que aquellos tiempos habían sido tan duros.


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