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jueves, 22 de febrero de 2024

Otro cuento más

 El otro día estaba en mi casa a punto de echarme una buena siesta, de esas que te levantas y piensas que ya es el próximo día. Sin embargo, de repente, me llegó un mensaje bastante desafortunado. Era un amigo mío y me estaba diciendo que debíamos vernos urgentemente, ya que tenía que contarme algo muy importante. Obviamente, era lo que menos me apetecía en ese momento, pero bueno, se supone que los amigos deben ayudarse, así que no tuve otra que salir de casa a las 4 de la tarde para que me contase sus penas. 

Llegué al parque bastante enfadado, no era la primera vez que me levantaba de una siesta para ver que quería. Entonces, me empezó a contar un historia rarísima de que sus padres le trataban mal, que se quería ir de casa, que ya tenía el billete de autobús para irse a valencia y no se que cosas más. La verdad que no le hice mucho caso.


En este punto podéis pensar que soy un amigo horrible, por no decir otra cosa, pero es que conozco demasiado bien a mi amigo. Tenía clarísimo que no iba a hacer nada de eso. Yo lo quiero mucho, pero… lo siento, es una persona que le encanta llamar la atención y se monta unas historias tremendas para que la gente se fije en él. De verdad, ya era la tercera vez en ese mes que me soltaba un rollo de esos y la verdad que estaba bastante harto.


Entonces, se me vino una idea a la cabeza. No iba a caer en su intento de llamar la atención y decidí seguirle el rollo totalmente. Le dije algo como: “¡¡¡Sí!!!, que guay, que bien te lo vas a pasar en Valencia, que morro tienes. Además, si tienes un poco de suerte seguro que encuentras un puente bonito para pasar las noches y, oye, soñar es gratis, si tienes la suerte de encontrarte algún día con una red de narcotraficantes o algo parecido seguro que te aceptan en su clan. Además, he escuchado que ahí es más fácil coger la comida de las basuras porque no hay tantas ratas enfermas como aquí. Bueno, todavía queda alguna así que ten cuidado de no coger la rabia o alguna de esas tonterías.”


Mientras le iba contando todo esto, su cara empezó a cambiar de una manera que nunca se me va a olvidar. De verdad, tendríais que haber visto cómo se iba transformando en una persona totalmente asustada y arrepentida. Al fin y al cabo, solo estaba buscando un poco de atención y no iba a ir hasta Valencia con 17 años para vivir entre mugre y cajas de cartón.


Esto me hizo reflexionar sobre algo que no he parado de darle vueltas desde ese momento. Muchas veces, intentamos contradecir o convencer a personas muy cabezotas que están estancadas en sus ideas absurdas y no nos damos cuenta de que, a veces, es mejor seguirles el rollo hasta que se den cuenta de lo ridículos que están sonando.



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