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domingo, 25 de febrero de 2024

Menos mal que está la abuela


No entiendo nada. A mi mejor amigo, Andoni, le acaban de dar la mejor de las noticias. ¡Había sido admitido en la universidad de arte de Valencia! Era una de las más prestigiosas de Europa y se había esforzado mucho por conseguir un puesto allí. Pero entonces, ¿por qué me contaba la noticia tan serio y triste?


De repente se puso a llorar. Me quedé de piedra, nunca antes le había visto llorar y eso que le conocía desde los siete años. Yo le intentaba tranquilizar como podía y él entre sollozos, y alguna que otra palabrota, me decía que se iba a escapar, que no aguantaba más seguir aquí. 

Yo estaba perdida para entonces y le pedí que me explicase todo desde el principio. Y consiguiendo calmarse un poco me contó lo sucedido.  


Yo ya sabía que la relación de Andoni y sus padres desde siempre había sido muy complicada y conflictiva, y es que tenían maneras muy diferentes de ver la vida. Por un lado estaba su padre, jefe de una gran empresa de éxito. Y por otro lado, Andoni, un chico creativo y con un gran talento para la pintura. Creo que no hace falta explicar que su padre no veía con buenos ojos los dibujos de su hijo y que sus aspiraciones para él era que siguiese con la empresa familiar. 

Por supuesto que Andoni se negaba rotundamente a ello y por ello decidió hacer la matrícula para la universidad de Valencia a escondidas. 


Lo que había sucedido era que sus padres le habían pillado y le prohibían asistir a esa universidad que ellos consideraban poca cosa para él. Y eso les había llevado, cómo no, a otra gran discusión. 


Yo verdaderamente entendía a mi amigo, era una completa injusticia que no tuviese el control de su futuro. Pero la idea de escaparse desde Bilbao a Valencia con tan solo 17 años era absurda. No disponía del dinero suficiente, y definitivamente no disponía ni de la edad ni de la madurez como para hacerlo.  ¿Pero entonces le iba a pedir que renunciara a su sueño e hiciese lo que sus padres querían con él? Definitivamente no. 


Afortunadamente yo sabía de alguien que me podía ayudar a arreglar todo esto, la abuela de Andoni. Era una mujer buena y empática que en cuanto le conté todo lo que pasaba con su nieto en seguida supo tomar medidas. Y si había algo que temía y respetaba a la vez el padre de Andoni era a su madre. 


No sé qué fue lo que pasó entre la abuela de Andoni y su padre, pero si se que pasase lo que pasase fue muy bien, pues su padre cedió a la petición de mi amigo dejándole ir a la universidad de Valencia. Eso sí, no iría solo, su abuela le acompañaría. 


Y yo no podía estar más feliz por mi amigo.  

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