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sábado, 24 de febrero de 2024

Maltrato invisible

Como todos los sábados, Andoni y yo quedamos para tomar algo y ponernos al día. Intentábamos exprimir al máximo las últimas tardes de sábado que nos quedaban antes de ir a la universidad y  separarnos para siempre. Él se marcharía a estudiar  medicina a Eslovaquia y yo me quedaría en Bilbao estudiando matemáticas. Pero aquella tarde Andoni estaba más serio de lo normal. Me dijo que debía contarme algo muy grave. Me contó que sus padres le pegaban y le maltrataban, y que ya no aguantaba más en su casa. Explicó que había comprado un billete de bus para Valencia y que se iba a marchar en unos días a vivir allí.

Me quedé con la boca abierta. Conocía a Andoni desde los dos años y había ido mil veces a su casa, y nunca me había dado la sensación de que sus padres le maltratasen. Su madre Carmen era una mujer amable y risueña, y su padre Mikel era divertido y cariñoso. Jamás se me habría ocurrido pensar en que ellos pudiesen hacerle daño a nadie y menos a su único y preciado hijo. Aun así le creí a Andoni, ya que no acostumbraba a mentirme, aunque una pequeña parte de mí seguía sin poder ver a Carmen y a Mikel capaces de maltratarle. 

Andoni vio la mueca de sorpresa que puse cuando me lo contó y para demostrarme que era verdad lo que decía se levantó la camiseta para que viese los moretones y las heridas que tenía. Pero cuando me dejó ver su piel, no vi rasguño alguno. Desconcertada, le pregunté donde se suponía que estaban las heridas. Él me dijo que debía estar ciega o algo porque se veían claramente tres grandes moretones en sus costillas.  A continuación, me enseño el billete de bus, aunque yo solo vi un recibo de una tienda de ropa. Me empecé a preocupar y cuando Andoni se puso a hablar con un camarero inexistente se confirmaron mis sospechas. 

Me excusé un momento y fui al baño corriendo para llamar a su madre y contarle lo ocurrido. Ella me contó que Andoni llevaba unos meses sufriendo episodios de alucinaciones, oyendo voces e imaginando cosas. Ese mismo sábado habían ido al psiquiatra y a Andoni le diagnosticaron esquizofrenia. Eso lo explicaba todo. Además, Carmen me contó que llevaba días intentando agredirles a ella y a Mikel, y luego autolesionándose y echándoles a ellos la culpa. Le pedí que vinieran a buscarle y le conté su plan.

Cuando volví a donde Andoni, Carmen y Mikel ya habían llegado y se lo llevaron directos al hospital. Allí, le ingresaron y le empastillaron para que estuviese tranquilo. Estuvo meses ingresado hasta que se regularizó y gracias a una nueva pastilla dejó de tener alucinaciones tan severas. Siempre que pienso en esto agradezco no haberle dejado escapar a Andoni porque ahora vive una vida normal y sin complicaciones.

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