Estoy segura de que estos últimos años y sobre todo este curso, todos los que nos encontramos aquí habremos escuchado esta frase innumerables veces. A pesar de que los adultos piensen que es un tema entretenido (o eso parece porque es de lo único de lo que nos hablan), en realidad a muchos de nosotros nos puede llegar a resultar una tortura.
Cuando dices lo que quieres estudiar siempre viene seguido de algún comentario que muestra la opinión de la otra persona de forma indirecta. Por ejemplo: los que digan que quieren hacer medicina, arquitectura o una ingeniería habrán escuchado que son carreras muy difíciles y que no tendrán vida social; los de veterinaria que a ver si saben que no solo se trata de acariciar perritos; y los de filología que acabarán como profesores.
En muchas ocasiones, la opinión de otra persona nos puede ser de gran ayuda, como la de alguien que se dedique a lo que queremos estudiar o incluso la de los profesores. Pero en otros casos, los adultos pueden tratar de cambiar nuestra opinión para que estudiemos lo que ellos quieren. Es más, yo conozco gente que tenía a su padre tratando de convencerle para que estudiase una determinada carrera, mientras su madre le decía lo interesante que podría ser un estudio completamente distinto. Y al final, al ser personas tan importantes y presentes en tu vida, eso puede hacer que tú misma no tengas las ideas del todo claras y que se te complique la decisión.
Así que, si tengo dudas acerca de lo que quiero hacer con mi vida, ya me preocuparé yo de informarme y de preguntar a las personas adecuadas. Pero agradecería que la gente no me de su opinión acerca de lo que voy a estudiar, porque lo único que hacen es quitarme las ganas cuando en realidad ellos no son los que van a empezar a estudiar esa carrera.
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