Etiquetas

domingo, 29 de enero de 2023

Todos hemos oído hablar del cambio climático. Desde pequeños, hemos realizado proyectos para concienciar sus consecuencias y ayudar al medio ambiente. Sin embargo, no es suficiente.

Hoy vi una publicidad en la cual eran mencionadas las posibles fechas en las que podrían desaparecer diversos alimentos. Los plátanos, el chocolate y el café desaparecerán en el 2050 y, para el 2070, ya habrán desaparecido el vino y la miel. Si bien no tenemos ninguna garantía respecto a cómo será el mundo en ese entonces, mi primera reacción no fue creerlo. Y esto es porque, a pesar de haber tratado unas mil veces el asunto del cambio climático, nunca presencié sus consecuencias de la misma manera en la que lo hacen los habitantes de otros países y otras edades.

Por ejemplo, desde que tengo memoria, la temperatura media del invierno argentino siempre fue la misma, una muy fría. Sin embargo, mi mamá dice que antes no era así, que era una mucho más baja. Ella nos contó cómo, de camino al colegio, veía las calles cubiertas de escarcha. Algo que para nosotros siempre fue normal, para ella fue un gran choque. Es por este motivo que debemos sacarnos de la cabeza esa idea de que alguien más va a tomar acción por nosotros, porque no es cierto. Puede que el mundo no se acabe mañana porque no reciclaste la botella de plástico de ayer, pero, si justificamos cada una de estas acciones con esta excusa, nuestro final no va a ser muy distinto al que algunos medios proyectan. Me niego a tener que explicarles a mis quizá sobrinos qué fue el chocolate. O qué fue el café. O qué eran los elefantes, los osos y las ballenas. Si no reconocemos la gravedad e importancia del asunto, aquello a lo que conocemos hoy como un mundo distópico va a pasar a ser una realidad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos pagamos por pecadores.

 Cada vez el ser humano es mas cruel y no tiene piedad en hacer cualquier cosa por conseguir lo que quieren, sin importar si muere un inocen...