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domingo, 23 de octubre de 2022

La magia del segundo hogar... o no

Este verano fui al pueblo de un amigo para pasar un par de días y me dijo que no me ilusionara mucho porque no había casi nada… pero vamos, que si comparas su pueblo con el mío, el suyo parece Nueva York.


Algunos de nosotros tenemos un pueblo al que ir en verano o en largos periodos de vacaciones. Estos pueblos son increíbles, llenos de recuerdos, con amigos con los que pasar el tiempo, lugares asombrosos que ver y sobre todo poder salir de tu rutina diaria de la ciudad y despejar tu mente divirtiéndote en tu maravilloso segundo hogar. O al menos eso es lo que me gustaría decir. Yo veraneo en un pueblito rural en medio de Galicia donde, literalmente, no hay nada. Pero cuando digo nada, es nada. Se llama Vilanova, pero vamos, que ni en google maps aparece. Tiene alrededor de 10 casas y la edad media de sus habitantes rondará los 70 años (incluso si me meto a mí en la media). El pueblo de mi amigo tiene una playa súper larga y un montón de bares donde te puedes sentar a tomar algo tranquilamente, por no hablar de unos paisajes muy bonitos e impresionantes. Todo lo contrario a mi pueblo, que solo hay bosques y montañas normaluchas mires por donde mires. De hecho, si por algún casual te apetecería tomar algo, más te vale tener un coche, porque si no tendrás que andar 30 minutos, como mínimo, para llegar al bar más cercano de mi casa… y suerte si está abierto.


Además, mi amigo tiene un grupo de amigas con las cuales puede pasar los días y divertirse, y yo ni siquiera eso. Lo más cercano que tengo a un amigo en mi pueblo es un perrito súper agradable y lleno de garrapatas que se acerca a saludar cada vez que me ve. Bueno no, miento, sí que tengo un amigo de mi edad con el que me llevo de maravilla y que, casualmente, también vive en Basauri. Aunque a este amigo apenas lo cuento, porque únicamente coincidimos una semana del mes y medio que estoy allí y literalmente vivimos a 1 hora andando de distancia. Además, la mitad de la semana que coincidimos, casualmente, tengo un montón de comidas familiares las cuales me impiden juntarme con él. Sin embargo, el poco tiempo que estoy con él me lo paso genial, a pesar de que lo único que podemos hacer es andar y hablar.


A pesar de todo lo malo que le puedo sacar a veranear en Vilanova, realmente me gusta ir allí por todo el cariño que le tengo al pueblo y todo lo que he vivido allí.


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