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martes, 22 de febrero de 2022

Tener un nombre raro.

 - Que niña más mona, ¿cómo se llama?  
(........)
¿Perdón? ¿Ángela? ¿Jana? ¿Jarra? 
 - An…ja….na. Como “Jana” pero con “An” por delante.
- Ahh, jo, qué nombre más…………….original………


Todos los años a comienzo de curso, cuando conozco a gente nueva en verano, si me apunto a cualquier actividad extraescolar… siempre se repite la misma historia. 
Anjana es un nombre de la mitología cántabra. Las anjanas son unas hadas buenas del bosque que se dedican a cuidar y guiar a casa a quienes se pierden en él. Obviamente, cuando conozco a alguien, esto no es lo primero que digo. Simplemente me limito a decir “ya…”, a hacer una mueca y a tratar de buscar un tema más fácil de llevar que la peculiaridad del nombre. Lo gracioso es que realmente, si vas a Cantabria, no tienes ni que esforzarte para ver cualquier peluquería, hotel o posada que se llame Anjana. Pero claro, fuera de esta verde provincia, todo se queda en un nombre difícil de pronunciar.


Ahora, por muy ridículo que suene, puedo decir que he aceptado mi nombre y que estoy en calma con él. Sin embargo, no siempre ha sido así. He de decir, que muchas veces, de pequeña, me ha supuesto lo que para mí en ese momento eran grandes conflictos. Me acuerdo perfectamente de las rabietas que me llevaba cuando dos chavales de un año más se burlaban de mí llamándome Anjana Marrana, Anjana Banana, Anjana Manzana, o, la que más rabia me daba “AnHannah Montana”. 
Qué le voy a hacer, la verdad es que el nombre da juego para mucha rima.


Por otra parte, puedo decir que el momento de “las presentaciones” es un momento que ha pasado de parecer tenso a resultar hasta cómico. Sobre todo, cuando se trata de una presentación grupal. Creo que todos hemos participado alguna vez en esa especie de dinámica del diablo en la que cada uno dice su nombre, todos seguidos. Bueno, pues a medida que van avanzando los turnos, y se acerca el mio, yo me preparo. Siempre se repiten los mismos patrones: Decirlo, sonreir, repetirlo. En caso de que la persona no sea del grupo “hábil”, tengo que deletrearlo. Después de esto, es divertido también observar el ademán que hace la persona. Es tan rápido, que en caso de que no le agrade el nombre, se les hace inevitable disimular la expresión facial. 


Muchas veces me han y me he planteado la opción de cambiarme el nombre, pero mi yo de 8 años estaría muy disgustada al oírme decir que ya no es una opción que ocupe algún puesto en mi lista de “qué hacer cuando cumpla la mayoría de edad”. Además, las opciones eran bastante cutres; sin ir más lejos, Ana me parecía un nombre perfecto, porque mantenía 3 letras del anterior y era corto. Sinceramente diré que ahora no es que me parezca un nombre atractivo. (Sin ánimo de ofender a ninguna Ana, hijo de Ana o hermano de Ana) Simplemente llegó un día en el que tuve que aceptar que mi nombre era este y punto. Ahora no es que me parezca que tenga el nombre más bonito del mundo, pero tampoco es algo que me cause tanto dilema como antes lo hacía. 


Eso sí, tengo claro que yo nunca haría algo así a mis hijos. Pero bueno, por lo menos me ha servido para una entrada al blog.


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