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domingo, 20 de febrero de 2022

Menorca

Todos tenemos en la cabeza algún lugar del que solo se nos vienen a la cabeza buenos recuerdos. En mi caso, este paraje no es otro que la isla de Menorca. Esta isla consigue ofrecerme cada verano las dos semanas de mayor desconexión y tranquilidad de todo el año. Su clima y sus impresionantes playas hacen de esta isla el lugar perfecto para recargar las pilas y disfrutar de una vida tranquila.

Lo primero que se viene a la mente al pensar en Menorca es la casa de mi abuela. No os penséis que es un casoplón; de hecho, es un piso de escasos 40 metros cuadrados. Sin embargo, tiene las mejores vistas que puede haber del puerto de Mahón y una terraza espectacular. Os aseguro que los desayunos y las cenas interminables con la brisita y esas vistas son inigualables. 

Durante el día, el plan que hacemos es siempre el mismo. Por las mañanas, mi padre, mi hermano y yo vamos a hacer las compras, ya sea por las encantadoras calles de Es Castell, donde está nuestra casa, o en el mercado de Mahón. Sinceramente, volver a encontrarse con los mismos tenderos año tras año y tener la oportunidad de compartir con ellos nuestras andanzas durante el largo período que no nos vemos es increíble. Si estáis esperando alguna recomendación, tenéis que probar el queso, la sobrasada y las gambas de la Isla.

Una vez hemos hecho las compras, normalmente hacia la una o las dos del mediodía, nos vamos a la playa con los bocadillos que mi madre prepara mientras nosotros compramos. Normalmente, elegimos playas en las que haya que andar un rato hasta llegar a la arena, de manera que no estén repletas de turistas y podamos estar a gusto. En cuanto montamos el chiringuito, nos bañamos para quitarnos el sofocón y nos quedamos allí hasta que dan las ocho más o menos que volvemos a casa a cenar y, sobre todo, a ducharnos. 

Sin embargo, sí es cierto que solemos reservar un día o dos para hacer alguna visita a Mahón, Ciudadela o cualquiera de los pueblitos de la Isla. Para mí, las calles de Ciudadela tienen un encanto sin igual, especialmente las del Casco Antiguo. Además, tanto en Ciudadela como en Mahón el puerto es impresionante, no solo por los enormes y carísimos yates y velero, sino por las menorquinas, barcos típicos de la isla, con sus preciosas velas cuadradas.

A diferencia de lo que muchos pueden pensar, hace mucho tiempo que no me siento un turista en Menorca. Espero poder seguir pasando mis dos semanas sagradas allí muchos años, pues esta isla tiene algo mágico que consigue que en cuanto llegas todas tus preocupaciones queden atrás y disfrutes al máximo de sus paisajes y su clima. No cambiaría por nada en el mundo la quincena que paso en Menorca cada año.

 



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