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domingo, 20 de febrero de 2022

La siesta


Lo de echarse siestas siempre ha sido la característica por excelencia de ser un “buen español” y lo cierto es que hasta este año, he debido ser una extranjera. No sé por qué pero siempre que me echaba una, que normalmente era tras un campamento de scout o un largo viaje, me levantaba que no sabía ni en qué año vivía. Me entraba un mareillo tonto que me dejaba toda la tarde aturdida y no era hasta la mañana siguiente que volvía a ser yo.


Sin embargo, no fue hasta escuchar en repetidas ocasiones a una amiga, a Muskilda en concreto, la frase “yo me levanto por las mañanas, pensando en la siesta del mediodía”, que empecé a replantearme si me echaba “bien” las siestas. Pues lo cierto es que no, estaba más tiempo de la cuenta. Los profesionales de este deporte puede que sí sean capaces de dormir tres horas seguidas y levantarse como si nada, pero para el resto de mortales,  la clave está en siestas de entre 15 y 30 minutos. Desde que lo empecé a hacer no he podido parar.


Para mi la mejor hora y lugar para una de estas, es después de comer y en el sofá. Diría que el sofá es como más “chill” que la cama. En lo que respecta al ambiente, la  persiana bajada. Y luego hay quienes se ponen la tele de fondo o algo de música hasta que se quedan dormidos, pero sinceramente yo voy a lo que voy. Tras esos 30 minutos, aunque a veces suelen ser 45, me levanto un poco aturdida pero al de 10 minutos me activo y soy capaz de volver a mi rutina, pero eso sí, mucho más descansada. En definitiva, echarse la siesta se ha convertido junto con comer, en uno de mis vicios y me enorgullece poder decir que ahora sí soy “una española como Dios manda”.


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