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lunes, 28 de febrero de 2022

Apendicitis (1/2)

En el verano de 2014, hace ya más de 7 años, mi familia y yo fuimos a pasar un fin de semana con la cuadrilla de mis aitas a una casa rural en un pueblo de Burgos, como solemos hacer todos los años. Todo parecía ir fenomenal hasta que la primera noche me desperté de madrugada con dolor de tripa. Mis padres no le dieron demasiada importancia, ya que para cenar hicimos una parrillada y era muy probable que algo me hubiese sentado mal. El dolor no era muy fuerte y conseguí pasar la noche bastante bien.


Al día siguiente, por la mañana, fuimos a una poza y como solo voy allí una vez al año decidí bañarme a pesar de como me encontraba. Cuando salí, me encontraba bastante peor y de camino a cambiarme de ropa para ponerme algo seco me desmayé, suerte que lo hice allí y no unos instantes antes cuando estaba en el agua. Al despertarme estaba tumbada en el suelo con alguien levantándome las piernas y con varias cabezas mirándome fijamente con cara de preocupación. Una vez me recuperé, me cambié de ropa y me llevaron a un bar para que tomase una Coca-Cola. Le di un sorbo y a la de un rato lo vomité, luego me dieron un vaso de agua con azúcar y también. Fue entonces cuando mis padres decidieron llevarme al médico. 


Acudimos al centro más cercano pero estaba cerrado y nos mandaron a otro que estaba más lejos. Cuando llegamos, el médico nos dijo que podría ser apendicitis pero que tampoco me dolía la tripa tanto como para serlo, y eso era verdad, a mi la tripa me dolía como cualquier otro día comparado con cómo la gente se retuerce de dolor cuando tiene apendicitis. La cosa es que al ser un centro de salud de un pueblo no tenían un ecógrafo para decirme si tenía apendicitis y mucho menos las instalaciones para operarme en caso de tener que hacerlo. Así que nos recomendaron volver directamente a Bilbao y hacer allí todas las pruebas necesarias.


Una vez en Bilbao, les contamos a los médicos todo lo que me había pasado y me hicieron una analítica de sangre y una ecografía para saber qué era lo que tenía. A la de poco tiempo, entró un doctor en el box en el que me encontraba y nos confirmó que lo que tenía era apendicitis aguda y que era necesario operarme de urgencia. En aquel momento, inmediatamente, me puse a llorar, era lo único que me salía. Al fin y al cabo, yo tenía 10 años, y en aquel mismo momento me di cuenta de la realidad de la situación, iba a tener que entrar en un quirófano. 


Continuará…


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