Etiquetas

lunes, 21 de febrero de 2022

Anécdota para recordar

 El pasado fin de semana fui a esquiar a Formigal con mis amigas. Contratamos el viaje con una agencia que te organizaba prácticamente todo, incluso te daba la opción de alquilar el equipaje para esquiar como las botas, los esquís, los bastones y el casco. Algunas de nosotras tuvimos que alquilar dicho equipaje puesto que no lo teníamos en casa, mientras que otras ya tenían el suyo propio como era el caso de Adriana. 


El sábado a la mañana un autobús nos llevó hasta la estación de esquí donde íbamos a comenzar nuestro día en la nieve. Hacía mucho tiempo que no esquiábamos ni yo ni algunas de mis amigas por lo que decidimos comenzar despacio, yendo poco a poco y cada una a su ritmo. 


Media hora después de haber empezado a esquiar, tras haber bajado tan solo dos pistas, y encontrarnos bajando una tercera pista vimos a Adriana caerse. Muy a nuestro pesar, vimos que se le había roto la bota. Sí, la bota se había partido por la mitad. En aquel momento todas nos empezamos a reír porque era surrealista que nada más empezar a esquiar ya se le habría roto la bota. No obstante, cuando nos dimos cuenta que con la bota rota Adriana no podía esquiar, la situación dejó de ser tan graciosa. Adriana tenía que volver a la estación para alquilar unas botas nuevas y yo decidí acompañarla.


Era fácil volver a la estación siempre y cuando tuvieses unas botas y esquís que fuesen adecuados, pero cuando te encuentras en medio de una pista de bastante pendiente y con una bota rota resulta bastante más complicado. Solo teníamos dos opciones. Una de ellas era quitarse los esquís y bajar la cuesta tumbadas para llegar abajo y allí coger dos telesillas para volver a la estación. La otra, consistía en subir andando hasta el telesilla en el que nos habíamos bajado para que nos llevase de vuelta a la estación. Optamos por la segunda opción y nos pusimos en marcha. Adriana y yo nos quitamos los esquís y empezamos a subir la cuesta para llegar al principio de la pista. Nos costó bastante subir puesto que la pista resbalaba ya que era muy pronto y todavía el sol no había derretido mucho el hielo.He de añadir que también fue peligroso porque la gente bajaba esquiando y nosotras subíamos andando, nos podía haber atropellado algún esquiador perfectamente. 


Llegamos arriba y le contamos nuestra situación a los chicos que controlaban los telesillas. Estos, nos dijeron que teníamos que andar 100 metros más para llegar a otro telesilla que nos bajase a la estación.  No os podéis hacer una idea del deporte que hicimos subiendo esas cuestas con lo esquís en los hombros y de lo mucho que sudamos.


Finalmente, llegamos a ese telesilla y nos montamos en él, yendo en sentido contrario a la marcha, puesto que los telesillas se usan comúnmente para subir a la gente a las pistas y no para bajarlas. Éramos las raritas que íbamos en dirección contraria y a decir verdad la gente nos miraba sorprendida.


Conseguimos llegar a la estación de Anayet sanas y salvas y después de una larga cola, Adriana alquiló unas botas y volvimos de nuevo a esquiar. 


El resto del día y el día siguiente no tuvimos ningún problema de esa índole, así que doy gracias que aquella fuera la única batallita que nos ocurriese, al fin y al cabo solo perdimos una hora y media de esquiar.


Con todo esto, quiero advertiros que si vais a esquiar no os pongáis unas botas que tengan más años que vosotros ¡porque puede que no sean muy útiles!. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos pagamos por pecadores.

 Cada vez el ser humano es mas cruel y no tiene piedad en hacer cualquier cosa por conseguir lo que quieren, sin importar si muere un inocen...