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sábado, 6 de noviembre de 2021

Mi experiencia cercana a la muerte

Tenía unos 7 u 8 años y era verano, mi hermano y yo estábamos en el pueblo y estábamos viviendo con nuestros abuelos porque nuestros padres estaban trabajando en Bilbao. Una mañana, mis abuelos decidieron ir a un pantano con arena al que la gente del pueblo suele llamar Playa Pita. 

Por la mañana, estuvimos en el pinar que hay al lado de esta playa porque mis abuelos querían hacer una barbacoa para comer y tenían que estar cerca de las cocinas que había en el pinar para preparar todo, por lo que mi hermano y yo jugamos en el pinar y no nos bañamos en el pantano. Después de comer, descansamos un poco hasta que nos hiciese la famosa digestión, que sigo sin saber si es un mito que se inventaron las familias para que esperásemos un rato antes de meternos o si lo decían de verdad y fuimos a alquilar un pedalo que es algo típico en esta playa. 


Cuando nos tocó subir al pedalo, mis abuelos empezaron a pedalear ya que si no pedalean dos personas no funciona el motor y mi hermano y yo nos quedamos de pie sin hacer nada. Mi hermano comenzó a tirarse por el tobogán y yo quise hacerlo pero no me dejaban porque decían que era un pantano peligroso y que era muy pequeña, yo al ver que mi hermano se tiraba todo el rato y no pasaba nada pensé que era mentira lo de que era un pantano peligroso y me tire por un lado del pedalo cuando mis abuelos no me veían.


Cuando caí al agua me di cuenta de la profundidad que tenía y se me quitaron al segundo las ganas de nadar por lo que decidí volver al pedalo, pero al agarrarme para subirme note como algo me tiraba del pie y me di cuenta de que tenía un pie enganchado a un alga que tiraba de mí. Tras intentar salir se me quedo atascado el otro pie en una de las ruedas del pedalo y cada vez se me resbalaban más las manos al intentar agarrar el suelo del bote. Mi abuelo me vio y se tiró al agua corriendo para sacarme pero no conseguía sostenerse bien en el pedalo, más tarde consiguió tirar de mí con mucha fuerza y meterme en el pedalo. 


Tras este suceso, fuimos rápido a la orilla y volvimos a casa con una sensación tan rara que no hablamos nada durante el camino a casa, solo se oía la música que tenía puesta mi abuelo en el coche. A día de hoy seguimos recordando este día de manera poco agradable y siento algún que otro escalofrío cuando mis amigas planean ir a este pantano a alquilar un pedalo.






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