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domingo, 28 de noviembre de 2021

"Días de confinamiento" (1 de 2)

El otro día, en uno de mis ratillos tuiteros, me topé con una noticia que comentaba los efectos que tiene pasar mucho tiempo en casa en las personas. Esto me hizo recordar los días tempranos de la pandemia, aquellos en los que estuvimos encerrados en nuestras casas. Las vivencias del confinamiento comenzaron a rondar en mi cabeza. No sé si fue una buena o mala experiencia, pero desde luego que la recuerdo con cierta nostalgia.

Me acuerdo de aquel 14 de marzo de 2020 como si fuera ayer. Era domingo y hacía dos días que nos habían comunicado que el lunes no teníamos que acudir al colegio. Sin embargo, ese día, la noticia fue mucho más impactante: a partir del día siguiente, lunes, todo ciudadano debía permanecer en su domicilio hasta nuevo aviso. Solamente se podía salir para ir al supermercado o a la farmacia, o para ir a trabajar en el caso de algunas personas. La incertidumbre era real.

En un primer momento, creo que como la mayoría, pensé que tan solo serían una o dos semanas y que, por tanto, se quedaría en una mera anécdota, de esas para contar a los nietos. Sin embargo, cuando la cosa se empezó a alargar, me di cuenta de que, lejos de ser una tontería, lo que sucedía era algo serio. La duración del decreto se alargaba sin cesar y los medios de comunicación cada vez publicaban noticias más tristes y desalentadoras. Estábamos en una pandemia, como esas que había estudiado ese mismo año en Biología y veía como la cosa más lejana del mundo.

No hubo más opción que acostumbrarse a una nueva forma de vida. Por un lado, comenzaron las interminables videollamadas y los trabajos en línea. El classroom estaba que echaba fuego y, aunque en un principio parecía algo de otro planeta, pronto nos habituamos a este nuevo modelo de aprendizaje. Por otro lado, las peleas por ver quién tiraba la basura o iba al super estaban a la orden del día. ¿¡Quién lo iba a decir!? 

Pisar la calle se había convertido en un privilegio. Algo que hasta ese momento veíamos como algo normal, para nada impactante, había pasado a ser algo que valorar. El hecho de abrir la puerta del portal era lo más destacado en ese momento. Sin embargo, nada era como antes. La gente en el super estaba callada, la tensión se palpaba en el ambiente. Cuando te cruzabas a alguien por la calle, las miradas eran amenazadoras, parecía que salir de las cuatro paredes del hogar era un delito. De hecho, hubo ocasiones en las que me llegué a sentir incómodo. Por cierto, ni una mascarilla se veía, eran malas según decían… 

Continuará

 

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