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domingo, 24 de octubre de 2021

Un día en la nieve (Primera parte)

15 de febrero de 2017, era el cuarto y último día de nuestra excursión a la nieve. Todo había ido fenomenal; un tranquilo viaje con mis primos y una nueva experiencia, ya que era mi primera vez esquiando, sin embargo, con un final amargo que ninguno esperábamos. Aquella mañana, hacía un día espléndido. Todos nos habíamos levantado con muchas ganas de exprimir aquel último día de la escapada, así que madrugamos, cogimos el telesilla y nos dirigimos a la estación de Cauterets.


Resulta que aquel nuevo deporte, el esquí, se me había dado bastante bien y me veía preparada para subir, por primera vez, a las pistas azules. Sin darle muchas vueltas, decidimos subir mi madre, mi prima de 12 años, mis tíos y yo. Mi tío esquiaba muy bien y era el encargado de guiarnos en el camino. Sin embargo, mi tía no estaba muy segura de aquella idea porque nunca había subido a lo alto de la montaña, pero conseguimos convencerla. En cambio, una vez arriba, todo cambió. Mi tía, Olatz, empezó a marearse. Le entró ese famoso miedo a la alturas que consiguió paralizarla. Ante aquella situación mi tío decidió acompañarla a bajar, aun sabiendo que la única manera de hacerlo era andando, es decir, que tenían unas 3 horas por delante. Se quitaron los esquís, se despidieron y mi tío le explicó a mi madre el camino que debíamos seguir para poder bajar. 


Pensábamos que seríamos capaces de hacerlo las 3 juntas, sin embargo, la nieve era toda blanca, y las banderitas que nos guiaban habían empezado a coger un tono rojizo. Por ello, decidimos preguntar a unos chicos franceses cómo volver a nuestra ruta. Fue una difícil tarea, teniendo en cuenta que la que más francés sabía era yo y únicamente había cursado 2 años en el colegio. Me concentré y conseguí decir las siguientes dos palabras: “Chemin facile”, que significa camino fácil. No sé si fue debido a mi mala pronunciación o qué pero debieron entender lo contrario porque nos indicaron que debíamos tomar el camino de la izquierda, es decir, el camino más difícil. Pobre de nosotras. Agradecidas les hicimos caso y nos dirigimos hacia allí. ¿Y cómo conseguimos bajar? Eso me da para otra entrada. Lo único que os diré, es que ¡casi no llegamos a la cena!


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