Etiquetas

domingo, 24 de octubre de 2021

Momento pánico

Hace 6 años viví una de las experiencias más surrealistas y agobiantes de mi vida. El verano de 2015, mi padre tuvo la oportunidad de irse durante unos meses a trabajar a Estados Unidos, a la universidad de Denver (Colorado). Aprovechando que mi padre tenía un apartamento alquilado, mis padres pensaron que era una buena idea ir toda mi familia de vacaciones a conocer Denver por tres semanas y luego hacer un viaje en carretera por Colorado, Utah, Arizona y Nevada.


Uno de los destinos que decidimos visitar fue el Gran Cañón, donde hicimos una parada bastante larga con la intención de bajar hasta la zona más profunda permitida del cañón. Había varias opciones de rutas para escoger, pero nosotros cogimos la más larga aconsejados por unos amigos que decían que no era tan duro como lo pintaban y que ellos lo habían hecho con sus hijos que tenían únicamente un año menos que yo. 


La excursión tenía una duración de aproximadamente 8 horas y recomendaban empezarla muy temprano. En la zona donde se sitúa el Gran Cañón pega mucho el sol, por lo que recomendaban llevar unos 4L de agua por persona. Nosotros, que íbamos 5 personas, solo llevábamos 8L para compartir porque nos parecía que llevábamos demasiada agua, sabiendo además, que había una fuente a mitad de camino. 

Una vez que empezamos a bajar, mi madre, que tiene miedo a las alturas, decidió darse la vuelta ya que había una caída bastante alta sin ningún tipo de seguridad. Al principio, mis hermanos, mi padre y yo íbamos bien, pero cuando empezó a salir el sol fue cuando llegaron los problemas. El camino parecía interminable, no andábamos escasos de agua, pero al hacer tanto calor y al deshidratarte tan rápido, hubo un momento en el que sentías muchísimas ganas de seguir bebiendo agua, pero tu cuerpo ya no te lo permitía.

Cuando llegamos hasta el final habían pasado alrededor de 5 horas y todavía nos quedaba la subida. Estábamos tan agotados por el calor que parecía imposible que fuésemos a llegar a la hora estimada. Al final, poco a poco, el sol se fue ocultando y conseguimos hacer el trayecto entero en menos de 8 horas.

Lo gracioso de esta historia, es que después de hacer la ruta, mi padre llamó a su amigo y este le dijo que ellos no habían hecho aquel trayecto de 8 horas, sino un paseo mucho más corto que duraba únicamente 2 horas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos pagamos por pecadores.

 Cada vez el ser humano es mas cruel y no tiene piedad en hacer cualquier cosa por conseguir lo que quieren, sin importar si muere un inocen...