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domingo, 24 de octubre de 2021

“Los milagros, a Lourdes”

 Era un día caluroso en el verano de 2016, cuando mi familia y yo íbamos en coche camino a Lourdes, un pueblo al suroeste de Francia.  Todo esto se debe a que mis padres habían planeado desde hacía un tiempo hacer un viaje en coche pasando por el sur de Francia y Andorra, hasta llegar a la costa catalana. Pero ahora me voy a centrar en esa estancia que hicimos en Lourdes. 


Tan solo tardamos algo más de tres horas en llegar desde Bilbao y ese mismo día tuvimos tiempo de hacer algo de turismo por la zona céntrica del pueblo. Sin embargo, lo más interesante para mí y de lo que mayor recuerdo me quedó, ocurrió al día siguiente, cuando decidimos visitar el conocido Santuario de Lourdes.


Nada más llegar al lugar, comencé a fijarme en la arquitectura de ese conjunto de edificios que pertenecían al santuario. Visitamos cada uno de los edificios y descubrimos la historia del santuario. Curiosamente, este fue construido al lado de un lugar conocido como la gruta de las apariciones, donde se produjo una de las apariciones marianas más conocidas de la Historia, en el año 1858. Un dato que simplemente me pareció interesante y continué con la visita. 


Fue el momento en el que vi una kilométrica fila de personas esperando entrar en la gruta, cuando me dí cuenta de que no estaban allí por turismo. Al principio no lo comprendía y me resultó algo absurdo, pero más tarde al fijarme en cada una de las personas pude darme cuenta de que eran motivos serios por los que buscaban un milagro. Muchas eran personas muy mayores y otras personas que tenían una visible enfermedad. 


A medida que iba pasando el tiempo veía cada vez más personas en la gruta y recogiendo agua bendita en botellas e incluso en bidones. También veía constantemente personas paseándose por el recinto con una expresión triste en la que se reflejaba un ápice de esperanza. Bajo mi punto de vista, en muchos casos la poca esperanza que les quedaba a algunas personas, obligándoles a aferrarse al milagro, que era la última opción que tenían.


 En ese momento me invadió un fuerte sentimiento de tristeza y comencé a imaginarme en qué situación tendrían que estar esas personas como para viajar allí con la esperanza de que ocurra un milagro que pueda sanarlos (seguramente sabiendo que no ocurrirá), cuando yo tan solo había ido con el simple propósito de hacer turismo. Al final, esta experiencia me sirvió, para conocer una realidad de la que no era muy consciente pero que era el día a día en ese lugar.


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