Siempre me ha gustado el otoño. Cuando me preguntan cuál es mi estación favorita, nunca sé bien si elegir otoño o verano. Y es que, el verano está genial, vivimos relajados, sin preocupaciones y estamos todo el día en la playa, qué más se puede pedir. Pero el encanto que tiene el otoño, creo que el verano no lo tiene.
Otoño. Leo la palabra y ya se me ha venido a la cabeza un espectacular paisaje marrón, naranja y verde. Los árboles despidiéndose de las hojas hasta el año que viene, teñidos de una larga gama de colores cálidos no me puede provocar más calma. Además, en caso de poder estar dando un paseo por la naturaleza, la temperatura siempre es idónea. No hace calor, por lo que puedes disfrutar de la caminata sin agobios y sudores, y el frío hace que cuando el sol te de en la cara alcances un punto de temperatura perfecto.
Además las mañanas son increíbles. No sé por qué razón meteorológica los amaneceres son espectaculares. Sin ir más lejos la semana pasada tuvimos 3 amaneceres de película en 7 días. La sensación de salir a la calle y notar el frío en la cara, acompañado del olor a café de alguna cafetería que esté abierta a primera hora, es algo que puedo hasta sentir si cierro los ojos. Realmente se respira otro ambiente.
También era la época del año en el que en los días festivos, como tradición familiar, hacíamos una reunión. La reuniones solían ser en un pueblito cerca de mungia, y mientras los adultos se ponían al día de la vuelta a la rutina, mis primos y yo jugábamos durante horas con los perros de los vecinos, dábamos paseos por los alrededores o descubríamos arboles con formas extrañas.
Así que, mientras dure, disfrutaré de esta estación como una enana. :)
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