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domingo, 26 de septiembre de 2021

La criminalización de los jóvenes

Desde que comenzó la pandemia y, especialmente, durante el pasado verano, los jóvenes y su actitud frente a la crisis sanitaria que estamos viviendo han estado en el punto de mira de todos los medios de comunicación del país. Son muchos los que opinan que los jóvenes son, somos, unos inconscientes y son nuestras irresponsables prácticas las causantes de la expansión del dichoso virus. Sin embargo, si bien es cierto que algunos comportamientos son injustificables, considero que este ataque a los jóvenes es tan solo una simplificación del problema.

Sin duda, lo más criticado durante las vacaciones han sido los botellones, los cuales se han visto en prácticamente cualquier punto de la geografía española. En lo que a esto respecta, dejando a un lado que, con pandemia o sin pandemia, esta es una práctica ilegal, creo que la clave está en estudiar por qué durante el pasado período estival ha habido más botellones que nunca. Y señores, déjenme adelantarles, que no, no nos hemos vuelto locos y no somos los únicos que nos desmadramos.

En mi opinión, todo es una cuestión de división de espacios entre los jóvenes y los ya no tan jóvenes y la restricción desigual entre ellos y nosotros. Por un lado, durante todo el verano, los adultos han tenido abiertos los locales que suelen frecuentar y han podido desarrollar su ocio con casi total normalidad. Sin embargo, en ningún medio han aparecido los malos comportamientos que se han visto en los bares: mesas con más personas de las permitidas, no uso de mascarilla… Pero claro, estar en un bar es más cool que estar en un banco con los colegas y no vende en los medios. 

En cambio, los jóvenes nos hemos encontrado con los bares cerrados o con horarios ridículos. Es más, muchos de los dueños de estos locales nos han dicho haber recibido amenazas y multas incoherentes. Esto es, a mi parecer, lo que nos ha llevado a buscar otras alternativas como los botellones o las fiestas en casas. Evidentemente, las aglomeraciones desmedidas o las fiestas de tropecientas mil personas no caben en la cabeza de nadie, pero no todos los botellones han sido así. Además, el aumento y la normalización de la violencia entre jóvenes, algo muy preocupante que daría para otra entrada, se ha utilizado para meter más cizaña cuando su relación con la pandemia creo que es inexistente.

En conclusión, creo que ni unos somos tan malos ni los otros tan buenos. La gran mayoría de los jóvenes hemos intentado adaptarnos a la situación actual de la mejor forma posible y los medios se han aprovechado de ciertas imágenes para lucrarse y asustar a las personas mayores que son los que más consumen este tipo de noticias.

 

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