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lunes, 13 de septiembre de 2021

El ser humano y la queja

Prácticamente todos los días de nuestras vidas los seres humanos tenemos la costumbre de quejarnos por la más mínima situación que se salga de lo que nos satisface. Además, muchas de las veces que realizamos una queja no somos conscientes de por qué lo hacemos y desconocemos los beneficios que supondría para nosotros dejar de quejarnos.


En internet podemos dar con diferentes definiciones del verbo “quejar” y, en mi opinión, la más acertada es la que lo define de la siguiente forma: manifestar disconformidad con algo o alguien. Ahora la pregunta es: ¿Realmente nos quejamos exclusivamente cuando no estamos conformes con algo? El problema que tenemos actualmente con la queja es que la utilizamos incluso cuando sí estamos conformes con las cosas, simplemente porque no sabemos valorar lo que nos ocurre, porque queremos llamar la atención o por muchas razones más. Por ejemplo, si un día sales de tu portal y ves que hay una obra delante de tu casa, estoy prácticamente segura de que lo primero que harías sería quejarte por el ruido, por el polvo o porque te molestan los andamios, en lugar de pensar en los beneficios que puede suponer la obra para tu barrio o en lo bonito que va a quedar el edificio.


A pesar de que escuchar quejas no es lo más agradable, eso no es lo peor de ellas, puesto que pueden también contagiar negatividad y privarnos de varios beneficios. Algunos de estos podrían ser dejar de ver las cosas peor de lo que realmente son, empezar a actuar frente a las situaciones que no nos complacen (en lugar de quejarnos y no hacer nada al respecto) o evitar que forme parte de tu entorno gente que también tenga esta mala costumbre. Dicho esto, pienso que deberíamos ponernos un objetivo: frenar nuestras quejas para comenzar a valorar realmente lo que nos ocurre. De todas formas, el claro ejemplo que demuestra que esto es algo difícil que a todos los seres humanos se nos olvida, es el cartel que el Papa Francisco tiene en la puerta de su habitación que dice “vietato lamentarsi”, lo que significa en castellano “prohibido quejarse”.






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