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domingo, 14 de abril de 2024

Entender

 Era la noche de Halloween de 2016 y me encontraba abandonado en la oscuridad de la noche. A pesar de que fuera la noche de Halloween y la mayoría de atracciones del parque temático fueran de miedo, me había montado en una suponiendo que por su nombre aparentemente inofensivo de, "El Tren Temático", no me provocaría ningún miedo. No me pude equivocar más. El Tren, cuyo deber pensé que sería mostrar las distintas atracciones del parque, se quedó parado frente a un bosque oscuro obligándome a navegar a través de él para salir. A cada esquina se me lanzaban payasos, brujas y monstruos, provocándome tal miedo que acabé saliendo de aquel bosque con los ojos cerrados y los oídos taponados. A pesar de esta aterradora experiencia, quise más. Algo en mi me impulsó a querer buscar más sustos, a perseguir la adrenalina que me provocaba esa emoción que me hacía sentir vivo y olvidar todo lo demás.


Desde ese momento crecí una afición al terror. Al volver del cole, me metía bajo las sábanas de la cama y veía videos y películas de los monstruos más horribles, fuera del alcance de mi inocente imaginación. Leí historias de personajes ficticios que luego quedarían grabados en mi imaginación y me perseguirían en mis sueños sin dejarme dormir. Fue algo verdaderamente fascinante cómo incluso después de esto, seguía buscando más. Seguía investigando sobre las terroríficas historias y las espeluznantes películas que me dejaban sin dormir. Sin embargo, a medida que más hacía esto, empecé a dormir bien algunas noches, hasta que finalmente, acabé durmiendo bien todas las noches.


De repente, los monstruos dejaron de perseguirme en mis sueños, dejaron de esconderse en las sombras y dejaron de estar debajo de la cama. En definitiva, dejé de tener miedo. Aquello que antes me daba pesadillas, ahora me producía mera curiosidad. Al descubrir más sobre lo que aterraba al ser humano, empecé a entenderlo. Comencé a estudiar la diferencia entre lo que nos hace temblar de miedo y lo que no, y sin darme cuenta, había realizado una transacción que jamás podría deshacer. Intercambié el miedo por la comprensión. Entendía que los payasos de aquella atracción que había vivido tantos años atrás no eran más que chavales disfrazados. Comprendía cada una de las características de ese disfraz diseñado para provocar miedo. El terror había perdido su encanto, y con ello perdí un sentimiento y una afición.


“Ahora bien, cuando dominé el lenguaje de esta agua y llegué a conocer cada detalle insignificante que componía el gran río tan familiarmente como conocía las letras del alfabeto, hice una adquisición valiosa. Pero yo también había perdido algo. Había perdido algo que nunca podría recuperar mientras viviera. ¡Toda la gracia, la belleza, la poesía del majestuoso río se había perdido!”  - Mark Twain


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