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domingo, 14 de enero de 2024

Congelando el tiempo

 Era una calurosa tarde de agosto en las estrechas y hermosas calles de Roma. El sol se posaba majestuosamente entre los encantadores edificios dejando todo el cielo teñido de un aura anaranjada. Llevaba tres días visitando la espectacular ciudad, y cada día salía de paseo a descubrir más sobre este nuevo lugar. De pronto, pasé por delante de una tienda que me captó la atención. Era antigua, y por lo que se podía ver a través del escaparate, no parecía especializarse en la venta de ninguna clase de objeto concreto, sino que poseía una gran variedad de cosas, la mayoría viejas y algunas ya utilizadas. Había pasado ya algunas veces por este camino, pero nunca había visto esta tienda que tanta intriga me producía, por lo tanto tomé la decisión de investigar en su interior.


Nada más entrar fuí atendido inmediatamente por el señor que parecía ser el que llevaba la tienda. Me dijo que tenía ya mi paquete listo para que lo recogiera, con un objeto desconocido envuelto en periódico sobre el mostrador. Le traté de explicar que yo no había encargado ningún paquete, pero el señor parecía decidido en que lo que fuera que había contenido en ese envoltorio era de mi pertenencia, así que acabé partiendo de la tienda con este extraño artículo entre mis manos. 


Al llegar a casa, no tardé en decidir investigarlo. Cuidadosamente, fui desenvolviendo el periódico hasta que empecé a ver lo que podía ser. Una cámara, no una cualquiera sino una que poseía un aspecto anticuado, característico de los años sesenta según lo que pude encontrar en internet. Sin embargo, no fui capaz de encontrar el modelo exacto de la cámara, pero pude localizar un compartimento destinado al almacenamiento de película, lo cual tenía que implicar que fuera una cámara instantánea. 


La mañana siguiente, amanecí con ansia de descubrir si el aparato fotográfico seguía en funcionamiento. Salí de casa con la cámara en manos y me dirigí hacia una tienda de fotografía que había encontrado cerca del coliseo. Al llegar, la dependienta quedó alucinada con la cámara y por suerte, seguían teniendo unas pocas cajas de película compatible que nunca se habían vendido. Sin pensarlo, compré una, la introduje en la cámara y seguidamente salí a comprobar si seguía en funcionamiento. Apunté la cámara hacia el coliseo y ¡chac!, saqué una foto. Tardó un poco en salir, pero la fotografía que contemplé me dejó completamente fascinado. En la foto se podía observar que el coliseo estaba en un estado recién construido, las carreteras no eran más que caminos de piedra y barro, los edificios que lo rodeaban tenían la apariencia de haber sido construidos hace miles de años. Era increíblemente asombroso, tanto que ese día acabé recorriendo todas las calles de Roma, sacando fotos y descubriendo cómo se veía todo en su estado original hasta quedarme sin película. Ya tengo planeado mi siguiente viaje.


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