La vida es belleza, pero también es horror. Tenemos que llegar a entender la realidad en su totalidad, la vida trae desgracias y alegrías. Todo esto se puede resumir en el amor fati: el amor al destino. Tenemos que aceptar el bien y el mal por igual.
Tenemos que vivir con la misma intensidad el dolor y la alegría, ya que al fin y al cabo, forman parte de nosotros. El objetivo final de todo esto, es que al llegar al momento final de nuestra vida, no nos arrepintamos de nada. Alguien así es alguien que ha vivido una vida plena, una vida completa. Debemos reafirmar la vida en cada instante que nuestra vida es lo más importante.
La muerte es la tragedia de la vida. Es el sentimiento trágico de la vida, es el final de lo que tenemos más aprecio. La vida es un constante cambio, por lo que debemos tomar nuevas decisiones en cada momento de nuestro viaje. El decirle sí a la vida es como un puñetazo en la cara, es el enfrentarse a nuestra vida y todo lo que supone.
La vida es aquello que verdaderamente amamos, por lo que en cuanto cambien las circunstancias, debemos consolidar nuestra realidad. Debemos ser fieles a nuestro destino, es decir, debemos vivir plenamente nos toque los que nos toque, ya sea sufrimiento o felicidad.
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