Estas Navidades han sido un poco distintas para mi porque como la mayoría sabéis, he estado en República Dominicana. Han sido unos días inolvidables, tanto las aguas cristalinas, como sus preciosas playas y como su gente son espectaculares.
Era muy común ir a la playa y no parar de ver a gente intentando venderte algo. Algunos vendían collares, anillos y pulseras. Otros, vendían puros y mamajuana y algunos vendían pinturas. Los que más nos gustaban a mi madre y a mi eran los que te hacían fotos con monitos y loros porque a las dos nos fascinan los monos. Bien, pues al principio de nuestras vacaciones estuvimos a punto de sacarnos las fotos pero mi madre no bajó dinero a la playa así que le dijimos al chico que el próximo día que le viésemos, nos haríamos la foto. Pasaron un par de días y mi madre y yo nos fuimos a andar por la playa y fue entonces cuando nos encontramos al chico del mono de nuevo, pero justamente antes le habíamos comprado unos bikinis a otra chica de la playa, por lo que ya no teníamos dinero pero aun así, el chico me puso al mono en el hombro. Se estaba comiendo una pipa y era preciso, estuvimos un rato tocandole y luego retomamos nuestro paseo por la orilla.
Estábamos charlando y disfrutando del paisaje cuando de repente noto que me empieza a picar el hombro, por lo que me rasco. Hasta ahí, todo correcto, pero entonces me miro el dedo con el que me he rascado el hombro y veo un potingue verde, que parecía aguacate picado y... era el regalito del mono. Yo creo que se lo ordenó el dueño por no comprarle las fotos, pero bueno. Claro, entonces me quedé alucinando y mi madre estaba meándose de la risa obviamente.
Me dio mucho mucho asco, pero bueno estas anécdotas si que son inolvidables.
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