Yo creo que hoy en día, la mayoría vivimos con prisas, pensando siempre en todas las cosas que tenemos que hacer. Intentamos organizarnos para poder hacer todas nuestras tareas, pero el tiempo que tenemos nunca es suficiente. Esto hace que tengamos que ir a todos los sitios corriendo, provocando que nos agobiemos debido al estrés al que nosotros mismos nos sometemos.
Por una parte, me parece normal que tengamos este comportamiento ya que en nuestro día a día tenemos que cumplir con bastantes obligaciones. Por si todo lo que tenemos que hacer en el colegio fuera poco, una vez salimos de ahí, tenemos que estudiar, otras actividades extraescolares a las que ir, tareas de casa que hacer…
Muchas veces este ritmo de vida hace que no apreciemos las cosas como deberíamos o hace que tengamos siempre en mente la lista de cosas que nos faltan por hacer, llegando incluso a olvidar las cosas que son realmente importantes, como nuestra familia, amigos, o cómo nos encontramos nosotros mismos. Además, lo único que conseguimos yendo con prisas es que las cosas nos salgan peor. Estoy segura de que mucha gente ha tenido la experiencia de intentar hacer algo demasiado rápido cuando está agobiado porque cree que no tiene tiempo y que al final le acabe saliendo todo mal, o por ejemplo que estés estudiando y no consigas aprenderte nada porque en realidad tienes la cabeza en otro sitio. Sin embargo, cuando lo intentas repetir otro día con más calma y sin prisas, te das cuenta de que tu problema no era tan grande como pensabas y que lo que estabas haciendo no era tan difícil.
Por lo tanto, yo creo que deberíamos de reducir la velocidad con la que vivimos e intentar prestar más atención a nuestro alrededor, para así disfrutar de las momentos del día a día con nuestros seres queridos, que al final son las cosas que realmente importan y nos hacen felices. Además, si hacemos este cambio, veremos cómo las cosas nos empezarán a salir mejor al estar más tranquilos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario