Últimamente, veo un camino muy negro. Estas últimas semanas el agobio y el estrés han estado prácticamente acompañándome durante todo el día, examen por aquí, clases por allá, que si no me va a dar la nota… Sin embargo, en ese oscuro camino, hay una luz de esperanza que me ayuda a seguir adelante día a día.
Afortunadamente, mis personas favoritas siempre están conmigo para darme fuerza. Son ellas las que en los momentos que más lo necesito no tengo que decirles nada para que me den un abrazo y son las mismas que convierten mis lágrimas en una sonrisa de lado a lado.
No penseis que me refiero a un grupo amplio de personas, no, de hecho, puedo llegar a contarlas con la palma de mi mano. Durante mi vida, he podido aprender de que lo importante no es la cantidad sino la calidad y deberas que calidad tienen mucha. Ojalá todos pudierais tener a gente como ellos en vuestras vidas.
Alguien que de verdad os quiera y que os lo demuestre. Alguien que te escuche y que tú escuches. Que a pesar de que te haya contado lo mismo treinta veces que le escuches de la misma manera la treinta y uno. Alguien con quien poder compartir los momentos más difíciles y los mejores. Alguien que confíe en ti más de lo que tú misma lo haces. Alguien que te enseñe a quererte. Alguien con la que puedas ser tú misma.
Creo que todos merecemos a alguien así en nuestras vidas. Igual algunos todavía no entendéis muy bien de lo que habló porque no habéis podido encontrar a alguien así, no obstante, estoy segura de que algún día lo entenderéis. Otros, puede que durante la lectura hayais estado pensando en esas personitas o personita. Si sois los segundos, deberíais de agradecer el poder tenerlas porque no se conoce a gente así todos los días. Son como ese rayito de sol que aparece en un día frío de invierno y tan especiales como los atardeceres de verano.
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