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miércoles, 1 de diciembre de 2021

Atardecer

Los atardeceres dan paz, permiten reflexión y transmiten una sensación indescriptible al cuerpo. Contemplar atardeceres es una de las cosas más maravillosas de este mundo. Cuando ves como el sol va bajando poco a poco, percibiendo como los colores del cielo van cambiando, tiñendose todo el horizonte de colores anaranjados sientes una tranquilidad interna que en ese momento no cambiarías por nada en el mundo. En ocasiones, puede que el sol ni siquiera se vea ya que está escondido tras nubes pero simplemente con observar esa mezcla de colores en el cielo y las formas de las nubes, ya es suficiente para disfrutar de un atardecer.


Soy de esas personas que cada vez que viaja a algún lugar, le gusta, por lo menos, un día ir a ver la puesta de sol. Además, no solo trato de ir a verlo sino que también intento encontrar el mejor lugar para verlo. De hecho, a eso se le llama opacarofilia. Sentir esa necesidad de buscar el mejor sitio para ver un ocaso, no creo que sea algo particular ya que estoy segura de que mucha gente sufre opacarofilia. 


Cuando hablo con mis amigas me doy cuenta de la obsesión que tenemos con los atardeceres, seguramente por la tranquilidad que transmiten. Con toda la presión y el estrés que tenemos en muchos momentos, nos da una paz que nos libera de toda esa tensión que llevamos encima. En cualquier caso, una simple puesta de sol te traslada a un lugar donde la pasión y las emociones son las protagonistas. 


Ahora, estando en el mes de noviembre, la puesta de sol ronda en torno a las cinco y media o seis de la tarde. Algunas de mis amigas van todos los sábados a hacer surf a Sopelana y el otro día, fueron a hacer surf a las tres de la tarde. Después de estar cogiendo olas alrededor de dos horas su clase terminó, se cambiaron de ropa y se quedaron a ver el atardecer. Debió de ser una puesta de sol magnífica ya que no pararon de hablar de dicho atardecer en toda la tarde, pero lo que sin duda quiero destacar es lo contentas y entusiasmadas que las ví volver. Parecía que les habían inyectado un chute de adrenalina, transmitían energía y una felicidad interna inmensa. Mi único pensamiento era que ojalá habría estado allí viendo ese mágico atardecer con mis mejores amigas al lado.


Está bastante claro que los atardeceres son algo mágico que nos llenan de felicidad y nos mejoran el estado de ánimo, por eso animo a la gente que dedique parte de su tiempo libre a disfrutar de cualquier atardecer.


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