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miércoles, 17 de enero de 2024

El coche de juguete

Era principios de enero, una tarde de sábado, después de todo el día estudiando para los exámenes de la siguiente semana, decidí despejarme un rato y dar una vuelta por el barrio. Me puse unas playeras, una sudadera y bajé al barrio. Había mucha gente por las calles, por eso, opté por dirigirme hacia el paseo junto a la ría. Pasé por delante de una tienda que me llamó la atención, la tienda tenía un tono rústico. La curiosidad me mataba, así que decidí entrar.

Vaya grata sorpresa cuando pasando por un pasillo de juguetes de madera, me encontré con un coche pequeño, rojo, detallado, algo estropeado, pero precioso. Al verlo, pensé en mi aita, me acordé cuando me mostró la colección de automóviles que hizo cuando era pequeño. Sin pensármelo dos veces, cogí el coche y me acerqué al mostrador. La chica que me atendió se sorprendió al verme. Me dijo: "No es habitual ver a alguien tan joven por esta tienda, ¡qué ilusión!. Me envolvió el coche en papel de periódico y me lo llevé a casa.

Ese mismo día, me dirigí a casa de mi amama. Había pensado en arreglarlo con ella y regalarle el coche a mi aita. Sabía que le haría muchísima ilusión que su hija, junto a su madre le regalasen un coche como el que a él le gustan.

Después de varios días de capas de pintura, arreglos, barniz,... Finalmente, el coche estaba en perfecto estado. Lo metimos en una caja, lo protegimos para que no se golpeará y lo envolvimos. 

Al recibirlo, mi padre se quedó estupefacto, no sabía qué decir, le hizo tanta ilusión que me pareció ver caer una lágrima por su mejilla (y eso que casi nunca le he visto llorar). En ese momento mereció la pena todas las horas dedicadas a arreglar el coche, solo por ver a mi aita así y por todo el tiempo que pasé con mi amama.


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