sábado, 25 de octubre de 2025

El Dinero de mi vecina

Hace unos meses, mi pareja y yo nos mudamos a un piso nuevo.

En el rellano solo había otra puerta, la de una vecina llamada Amaia.

Era una señora mayor, muy simpática y amable.

Desde el primer día se presentó con una sonrisa y nos trajo un bizcocho.

Nos dijo que cualquier cosa que necesitáramos, podíamos contar con ella.


Con el tiempo empezamos a tener más relación.

Subí­a a tomar café con nosotros o nos contaba historias de su juventud.

Se notaba que estaba sola, porque no tenía hijos ni familia cercana.

Yo también disfrutaba de su compañía, era de esas personas que te hacen sentir bien.


Un sábado, mientras bajábamos cajas, la vimos con una maleta muy pesada.

Le ofrecí­ ayudarla y aceptó con una sonrisa.

Al entrar al ascensor, de repente le dio un mareo y cayó al suelo.

Llamamos a emergencias, pero no se pudo hacer nada.

Murió allí mismo, y fue un momento muy duro para mí.


Cuando revisaron su maleta, encontramos mucho dinero y una carta.

En la carta decía que quería donar todo a una empresa de armas.

No podía entenderlo, porque Amaia siempre hablaba de paz y ayudar a otros.

Ahí empezó mi dilema: respetar su voluntad o actuar según mis valores.

Sentía que no podía usar el dinero para hacer daño a otros.


Después de pensarlo, decidí donar el dinero a una fundación de niños necesitados.

Lo hice en su nombre, así su memoria estaría asociada a algo bueno.

A veces hacer lo correcto no es seguir instrucciones al pie de la letra.

Hacer lo correcto es actuar con conciencia y corazón.

Creo que Amaia habrí­a querido que su dinero sirviera para ayudar, no para dañar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi vecina muerta Mi pareja y yo acabábamos de mudarnos. En nuestro piso solo había dos puertas: la nuestra y la de una vecina mayor. La con...