La semana pasada me pasó algo surrealista. Mi vecina Paqui, esa mujer tan adorable y que tanto nos ayudó a mi marido a y mí durante la mudanza, se murió en el ascensor cuando subíamos a casa. Lo extraño es que ella llevaba un maletín con muchísimo dinero y un sobre donde escondía su última voluntad: quería destinar el dinero a un partido de ultraderechas.
En el momento que leí la carta no supe que pensar. Primero de todo, me sentí decepcionada. Nunca hubiera pensado que Paqui pertenecería a esa clase de personas. Sin embargo, algo tenía que hacer con el dinero: bien cumplir su último deseo y fallar a mis valores y principios, o ignorar por completo su voluntad y pensar qué hacer con tanta cantidad de dinero. Definitivamente, opté por la segunda opción.
Cuando hablé con mi marido y le conté lo sucedido, me dijo que él hubiera hecho lo mismo y que ahora teníamos que pensar un plan para ese dinero. A ambos se nos pasó por la cabeza quedarnos ese dinero para nosotros y así poder comprarnos una casa mejor y viajar por el mundo, ya que a los dos nos encanta conocer nuevos lugares. Aunque evidentemente, ninguno de los dos hubiéramos tenido la conciencia tranquila. Así que decidimos quedarnos sólo una parte de ese dinero y el resto donarlo a La Asociación Contra el Cáncer en Bizkaia.
Ese dinero ahora está en buenas manos. Estoy segura de que habrá ayudado a salvar muchas vidas y a avanzar en la investigación de esta cruel enfermedad. No obstante, con el dinero que nos quedamos, mi marido y yo nos hemos hecho un viaje a Argentina en "honor" a Paqui. Aunque suene cruel, me alegro de haber sido yo la que se encontró el maletín con dinero, y de que este no haya terminado apoyando a la causa antifeminista, homófoba, racista, clasistas... y muchas cosas más, que por desgracia, parece que ahora están de moda.
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