Desde que era pequeña, cada vez que nos íbamos de vacaciones a Salamanca, en el coche siempre sonaban las canciones de Fito. Era una especie de tradición familiar. Mi aita bajaba al coche todos los discos y ponía la música antes de arrancar. De todas las canciones, la que más me gustaba era “Por la boca vive el pez”. No sé si era por la letra o porque todos la cantábamos juntos, pero era mi favorita sin duda.
Recuerdo perfectamente esos viajes largos, con el coche lleno de maletas, las ventanillas medio bajadas y con aburrimiento por tantas horas de viaje. Siempre que sonaba esa canción, me entraba una sensación de alegría enorme. Mi aita cantaba con todas sus ganas, mi ama se reía, y yo intentaba seguirles aunque a veces me inventara parte de la letra. Era imposible no contagiarse del buen humor que traía la música.
Con los años, “Por la boca vive el pez” se ha convertido en una canción muy especial para mí. Cada vez que la escucho, me recuerda a esos veranos, a las risas en el coche y a la emoción de llegar a Salamanca.
En mi casa seguimos escuchando a Fito muy a menudo. Mis aitas lo ponen en casa a todas horas, y siempre acaba sonando esta canción. Hace unos meses decidí regalarles tres entradas para su concierto en enero, y voy a ir con ellos. Tengo muchísimas ganas, porque sé que va a ser un momento muy especial.
Estoy segura de que cuando empiece a sonar “Por la boca vive el pez” me acordaré de todos esos viajes, de los veranos en familia y de lo felices que éramos cantando en el coche.
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