domingo, 26 de octubre de 2025

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La situación es un marrón enorme. Hay una tentación brutal cuando te topas con una bolsa llena de billetes; no voy a negarlo ni a ponerme moralista. Al verla por primera vez se te acelera el pulso, vienen ideas rápidas y fáciles: pagar deudas, quitarte el agobio del alquiler, comprarte cosas que siempre has dejado para después. Es normal pensar en eso, porque el instinto de agarrar una oportunidad así es muy fuerte. Igual que es fuerte la imagen de nadie enterándose y de todo resuelto de un plumazo. Pero junto a esa urgencia también aparece la cabeza fría que te recuerda las consecuencias: si te quedas con el dinero estás metiéndote en un marrón legal y ético gordo, y la culpa después no la arregla ni el mejor plan.

Aun así, la sensación de “y si me lo quedo” no desaparece de un día para otro; es humana y honesta admitirla. Lo importante es distinguir entre sentir la tentación y actuar en consecuencia: puedes reconocer que te provoca, hablarlo con alguien de confianza o un abogado y preguntar qué hacer sin quemarte. Avisar a la policía y documentar lo encontrado te protege y te permite dormir por la noche, aunque te joda que la plata pueda acabar donde no quieres. Si al final decides luchar contra el destino que te indigna, hazlo por las vías legales: impugnar un testamento, denunciar irregularidades o montar una campaña. La tentación existe y es válida, pero no convierte en buena idea algo que puede destrozarte la vida. Pero vamos, eso son todo chorradas. Me quedo con la pasta y ya esta.

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