Ante un comentario como ese, probablemente intentaría bajar la tensión y cambiar de tema. No creo que confrontar en esta situación sería positivo. Aún así, después de marcharnos hablaría con mis hijos porque no me gustaría que normalizasen ese tipo de comentarios.
Sin embargo, lo que me parece más complicado de esta situación es qué hacer con mi amistad a largo plazo. De hecho, si se puede tener amigos con ideologías diferentes me parece un tema muy complejo.
De entrada, diría que sí. Creo que es casi imposible rodearse únicamente de personas con las mismas ideas, lo cual es muy positivo, ya que la gente que se acerca a ello acaba defendiendo posturas que a menudo son excesivamente radicales y que dejan de lado a gran parte de la población. Tener gente que le saque los fallos a tus ideas y que te ayude a ver las cosas desde perspectivas diferentes es extremadamente enriquecedor.
Esto se cumple mientras las diferencias ideológicas se queden en si el gobierno está dedicando suficiente presupuesto a la educación o si ciertos servicios deberían pasar a ser controlados por empresas privadas en vez de por el estado. Por otro lado, cuando las diferencias pasan a ser una cuestión de principios, como apoyar el genocidio de Gaza o ser tibio con las crueldades del Holocausto, creo que la amistad empieza a ser inviable.
Incitar a la violencia contra un presidente se acerca al segundo tipo de diferencias. No creo que el hijo de mi amigo tenga planes de coger una pistola y dirigirse a la Moncloa, pero tampoco pienso que eso debería quitarle peso al comentario. Me da miedo que nos dejen de parecer graves frases como esta, por lo común que es escuchar “Gora ETA” en partidos del Athletic o “Arriba Franco” en redes sociales.
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