La valoración de la atención al cliente es un dilema cuando sabemos que nuestra opinión puede afectar el trabajo de alguien. Si nos han tratado mal, lo justo sería reflejarlo en la valoración, pero, ¿qué pasa si de eso depende el empleo de esa persona?
Por un lado, ser honestos es importante, porque una mala atención no solo afecta a un cliente, sino a la imagen de la empresa. Sin embargo, también es cierto que todos podemos tener un mal día, cometer errores o estar pasando por situaciones difíciles. En estos casos, quizás la mejor opción no sea una calificación extrema, sino un comentario constructivo que ayude a mejorar sin perjudicar a la persona.
Si la mala atención fue algo puntual, quizás podría ser tolerante, pero si fue constante, mi responsabilidad sería ser sincero. Al final, la clave está en encontrar un equilibrio entre la empatía y la honestidad, valorando no solo la experiencia personal, sino también las consecuencias de nuestras palabras.
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