Todos, en algún momento, nos hemos enfrentado a la tentación. No importa cuánta fuerza de voluntad tengamos, siempre hay algo que nos hace dudar, un pequeño impulso que nos lleva a hacer lo que sabemos que no deberíamos. A veces, la tentación es tan sutil que ni nos damos cuenta de que estamos cayendo en ella, mientras que otras veces es una lucha interna constante.
Personalmente, no me considero alguien que caiga fácilmente en la tentación. Sin embargo, hay ciertas situaciones en las que es imposible resistirse. Por ejemplo, cuando tengo que estudiar o hacer algún trabajo, siempre termino encontrando algo más entretenido que hacer. Si tengo el móvil cerca, lo más probable es que lo revise y cuando me doy cuenta, han pasado veinte minutos. Y claro, luego vienen los remordimientos: "¿Por qué no empecé antes? ¿Por qué no me organicé mejor?"
Otro clásico en mi lista de tentaciones es la procrastinación. Sé que dejar las cosas para última hora no es lo mejor, pero en el momento parece la mejor opción. Elegir un placer inmediato, como ver una serie o salir con amigos, siempre resulta más atractivo que ponerse a hacer tareas. Lo curioso es que, aunque sé que luego me arrepentiré, sigo haciéndolo.
A pesar de todo, creo que la tentación no es algo completamente negativo. Nos ayuda a conocernos mejor, a entender nuestros puntos débiles y a aprender de nuestros errores. Al final, lo importante no es evitarla por completo, sino saber cuándo podemos permitirnos un pequeño capricho y cuándo es mejor resistir. Porque, después de todo, todos caemos en la tentación alguna vez, lo importante es que aprendamos a levantarnos después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario