Los grafitis siempre han sido un tema polémico, y es comprensible, ya que las opiniones sobre ellos son muy variadas. Algunos los ven como una forma de arte urbano, comparándolos con las pinturas de los museos, ya que muchos grafiteros transmiten mensajes profundos o buscan expresar emociones a través de sus obras. Por otro lado, están quienes creen que los grafitis deberían ser ilegales, ya que muchas veces se realizan sin permiso y en lugares inapropiados, dañando espacios públicos y privados.
En mi opinión, no es tanto si el grafiti es arte o no, sino dónde se hace. Si un grafitero tiene autorización para pintar un mural en una pared o en un lugar público, su trabajo puede ser considerado una obra artística. Sin embargo, cuando alguien decide pintar su firma o hacer garabatos en muros, puertas o cualquier otro lugar sin consentimiento, eso deja de ser arte y se convierte en vandalismo.
Un claro ejemplo de esto son los grafitis en garajes, edificios o propiedades privadas, donde el propietario no ha solicitado esa intervención. En estos casos, se genera un daño que alguien tiene que pagar para reparar. Nadie debería verse obligado a asumir los costos de una acción que no ha solicitado y que no beneficia a nadie.
Por eso, creo que deberían establecerse normas más estrictas para evitar estos actos de vandalismo. Los grafiteros deberían poder expresarse, pero solo en lugares donde se les haya dado permiso para hacerlo. Así, el grafiti dejaría de ser una molestia para muchos y podría considerarse una forma de arte respetada.
En conclusión, los grafitis solo deberían ser legales cuando no causen daño a otros y se hagan con autorización previa. Así, podría dejar de considerarse vandalismo y comenzar a ser reconocido como una forma legítima de arte.
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