domingo, 28 de septiembre de 2025

Lipograma sin u

 Hace ya varios años que tengo a mi perro Mate, y cada día con él es algo distinto. Me lo regalaron cuando era pequeño, con el pelo pelirrojo amarronado y la mirada más mona que he visto jamás. Al principio era bastante torpe, corría por toda la casa sin saber bien a dónde ir, y a veces chocaba con las sillas o se caía al intentar saltar al sofá.

Con el tiempo, Mate se volvió mi mejor amigo. Siempre me espera en la entrada al llegar del cole. Menea la cola con tanta energía que parece que va a salir volando. Si tengo mal día, le tiró la pelota y se me pasa. No hace falta hablar, él simplemente se sienta a mi lado y me mira, como si entendiera todo lo que pienso.

Me encanta sacarlo a pasear por el parque. Corre detrás de las pelotas, salta, pelea con otros perros y siempre termina lleno de barro. Mate tiene muchas manías. Si dejo comida encima de  la mesa, él se sienta cerca, mirándome con esos ojos grandes, esperando que caiga algo. También ladra cuando oye ruidos raros,, aunque casi siempre es por nada.

Cada noche, antes de dormir, se pone debajo de  mis pies. Me hace sentir acompañada y tranquila. No hay día en el que no me saque una sonrisa. Para mí, Mate no es solo mi  mascota, es parte de mi familia.


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