domingo, 28 de septiembre de 2025

Lipograma sin la U

 El amanecer abre el cielo con tonos rosados.El aire huele a madera, a pan recién hecho, a calma.

En la aldea, la gente sale despacio, con pasos serenos, cada mirada trae un deseo, un recuerdo, algo de fe. La Dama de la aldea barre la entrada de su casa. El perro la sigue, meneando la cola. No hay prisa, solo el sonido de hojas secas y el eco de voces que se acarician con cariño. En la plaza, el viejo acomoda sillas frente al café. Habla poco, observa todo. El sol le toca el rostro y sonreía sin razón aparente. Le basta con ver el día nacer entero. El aire cambia, trae aroma de flores y tierra. Los niños corren tras la pelota, gritan, caen, se rí­en . Cada risa es clara, sencilla, real. Nada pesa. Todo parece en orden. Al caer la tarde, el cielo se enciende en rojo. La dama enciende velas y reza en silencio. El viejo cierra el café, mira el Horizonte, sabe el modo aparente de el mañana , y eso le da calma. En la noche, el viento entra por rendijas y acaricia las cortinas. La aldea en calma, el tiempo calla y en esa paz plena, todo respira.


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