Hace tres semanas que se acabó el verano. Hace tres semanas que se acabaron las tardes entre carcajadas con los colegas, los baños en la playa, los juegos de cartas, los amaneceres y los atardeceres, las verbenas... Son tantas las cosas que voy a echar de menos durante estos meses. Y es que ahora, un nuevo curso ha empezado, y de momento las jornadas y las semanas transcurren lentamente.
¿Por qué se nos hace tan dura la vuelta? ¿Por qué no podemos gozar de un verano eterno? Estas preguntas me pasan por la cabeza a cada rato, pero no obtengo respuesta. Supongo, que no hay como contestarlas.
No es justo que después de nueve largos meses de esfuerzo, el verano se palpe como un exhalo. Los segundos, las horas, las semanas... todo pasa volando, y para cuando nos queremos dar cuenta, estamos de nuevo sentados, con los codos sobre la mesa y escuchando de fondo al profesor.
Ahora nos queda por delante un largo curso que afrontar. Un curso, que personalmente, afronto con duda, respeto, pero sobre todo, con ganas. Sé, por lo que me han contado, que este año no va a ser un paseo por las nubes y que de hecho será bastante enredado. Pero, haya por mayo, habremos llegado a la meta de nuestros años escolares, y estoy segura de que las colegas y los colegas que he hecho durante estos 16 años durarán eternamente.
Espero que estos meses no se hagan muy pesados, y que para cuando nos queramos dar cuenta estemos gozando del verano y de sus perfectas aventuras de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario