Érase una vez, una pequeña ciudad entre naturaleza. Tenía una escasa cantidad de habitantes que siempre intentaban ayudarse entre si. La gente era muy educada. Se respetaban entre sí y trabajaban para hacer más agradable la vida en la ciudad. Había una escuela, una guardería, un parque, el bar de la plaza y una gran fábrica de metal en la que trabajaba la gente adulta. La fábrica fue la causante de que varias familias se mudasen antiguamente a la villa, ya que, la ciudad más cercana estaba a un día de viaje.
Cada mañana, la cuadrilla de María se reunía en la plaza. Ivan a la misma escuela desde siempre. Eran inseparables gracias a que sus padres les llevaban a la misma guardería de bebes. Desde siempre, se reunían para jugar, hablar y merendar en el bar de la plaza. Allí pasaban muchas tardes increíbles. Tal vez, algún día se darían cuenta de que pasaban las tardes exactamente igual que sus padres a su edad. La ciudad avanzaba a la vez que las familias. Era inusual que una nueva familia se mudase a la ciudad, aunque cada vez que pasaba era una gran alegría para la gente de siempre.
Cada tarde, esta ciudad se cubría de luz que hacía brillar la gran cantidad de plantas del parque, entre las cuales, se divertían sus habitantes mas recientes. También había una gran variedad de animales y aves que cada mañana despertaban a la gente. Mucha gente se entretenía al escuchar a las vecinas mas antiguas hablar de la manera en la que se vivía allí durante su infancia. Hablaban de aventuras que parecían de película aunque antiguamente fueran reales.
Aunque la vida en esta ciudad era muy sencilla, sus habitantes vivían muy felices. A nadie le faltaba nunca nada y cada habitante vivía y disfrutaba a su manera. Era un lugar en el que la felicidad se buscaba en detalles que parecen insignificantes: merendar un café en la plaza, jugar al aire libre, pasar la tarde en familia…
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