Siempre solía Sofía Salazar salir sola, sonriente, seguramente sin su silenciosa serpiente.
Sin embargo, su serpiente, Selva, saltó sobre su sombrero, sigilosamente.
Seguido, Sofía, sostuvo su sombrero, situándoselo sobre si, sintiendo su suave silueta.
Sorprendentemente, Sofía solo saltó sutilmente, sin sonrojarse.
Seguidamente sacó su serpiente, situándola sola sobre su suelo.
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