Cuando vamos a comprar algo o a comer fuera, todas queremos que nos traten bien, con educación y que nos ayuden si lo necesitamos. Pero la realidad es que no siempre pasa, y cuando recibimos una mala atención, nos entra la duda: ¿deberíamos ser sinceras en la valoración, aunque eso pueda perjudicar a la persona que nos atendió, o es mejor dejarlo pasar?
Por un lado, las valoraciones sirven para que las empresas sepan qué tal funciona su negocio y si hay cosas que mejorar. Si nadie dijera nada, seguirían cometiendo los mismos errores y más clientes acabarían descontentos. Pero, por otro lado, también es verdad que no es justo que el trabajo de alguien dependa de un solo comentario negativo. Todas podemos tener un mal día o estar pasando por un mal momento, y eso puede afectar cómo tratamos a los demás.
Además, hay que admitir que muchas veces los clientes tampoco ayudan. Es fácil ver cómo algunas personas tratan mal a los empleados solo porque no consiguen lo que quieren en el momento exacto. Luego, encima, se quejan en las valoraciones como si la culpa fuera solo del trabajador.
Por eso, creo que antes de escribir una reseña negativa deberíamos pensar bien las cosas. Si de verdad la atención fue mala, es válido decirlo, pero sin hacerlo con rabia ni con la intención de perjudicar a nadie. Lo mejor sería dar una opinión honesta, pero de forma constructiva, para que sirva para mejorar y no solo para desahogarnos.
Al final, nunca sabemos del todo lo que hay detrás de una situación. Por eso, antes de juzgar, deberíamos ser un poco más empáticas y conscientes del impacto que pueden tener nuestras palabras.
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