Personalmente, me considero una persona bastante débil ante la tentación, pero para ciertas cosas. Es decir, hay tentaciones en las que considero que nunca caeré, como por ejemplo la infidelidad, pero hay muchas otras que en las que caigo repetidas veces.
Para mí, algo que siempre me puede es la procrastinación, es decir, saber que tengo que hacer algo y aún así no hacerlo. Ante la decisión de si ponerme a hacer lo que debo hacer o elegir ser feliz en el momento y dejar las tareas para más adelante, siempre suelo elegir la segunda opción. Y porque al final siempre acabo eligiendo la segunda opción me considero bastante débil cuando me enfrento a esta tentación.
Es indudable que al final siempre me arrepiento de no haber hecho algo cuando lo tenía que haber hecho. Es decir, en el momento en el que me pilla el tora y sí o sí me tengo poner a hacer lo que he ido aplazando es cuando me arrepiento de no haberlo hecho antes. Pero como al final casi siempre consigo salvar las cosas, al final en verdad nunca me arrepiento de no haberlo hecho antes. Pero será gracioso el día en el que no pueda hacer algo en el último momento y me de cuenta de la verdadera importancia de superar la tentación.
En resumen, la tentación se trata de algo muy presenta para todos de forma diferente para cada uno. Y como nos enfrentamos a nuestras tentaciones habla mucho de nosotros y de nuestra fuerza de voluntad. Yo, ahora mismo, me considero una persona débil ante la tentación, pero quizás llegue el día en el que me pegue semejante leche por haberlo hecho mal y comience entonces a cambiar mi actitud ante la tentación.
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