El otro día, cuidando de un pequeño jardín que tengo en mi casa Laredo, me di cuenta de que no tenía ninguna planta en Bilbao y que ya era hora de poner alguna, decidí comprar una lengua de suegra. Siempre me habían dicho que era fácil de cuidar, así que me animé a buscar una. Fui a un vivero y la verdad, me quedé impresionado con la cantidad de plantas que había. Cuando vi las lenguas de suegra, esas hojas largas, me recordaron a la mítica planta que tienen en las oficinas importantes.
La chica que me atendió fue súper maja y me dio un par de consejos: riego moderado y que la pusiera en un lugar con luz, pero sin sol directo. Así que la llevé a casa y la coloqué en una esquina que le da un toque verde. Ahora, ver cómo crece me resulta muy relajante y hasta gratificante. Sin duda, una compra que valió la pena
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